Ámame maldito CEO -
Capítulo 351
Capítulo 351:
“No hables más, ahora solo duerme”.
“¿Me abrazaras?”
Ella asintió y se abrazó a él, sintió como sus brazos la atrapaban con fuerza.
Volver a sentir su calor en aquella cama, eso era lo que él necesitaba, era como si el mundo volviera a girar en la dirección correcta, era como si el aire se volviera ligero, y podría respirar mejor, había paz, ella era su paz.
Sean cerró los ojos, quería descansar.
“Por favor, Mery, no te vayas, quiero verte al despertar, incluso si es solo una vez más”.
“Duerme, estaré aquí cuando llegue el amanecer”, dijo ella.
Cuando Merybeth abrió los ojos, Sean estaba mirándola.
Ella sonrió y frotó sus ojos.
“¿Qué tanto me ves?”
“Eres tan hermosa mientras duermes, nunca te lo pude decir”
Ella rio, negando.
“Sean, hay tantas cosas que nunca pudiste decir”.
ÉI asintió, lentamente.
“Y te hice daño, no me alcanzará el tiempo para curarte las heridas”.
Ella se levantó.
“Prepararé el desayuno, debemos ir al entierro”.
Sean sintió como si la realidad volviera con fuerza, arrancándole sus ilusiones, pero lo aceptó.
Ella salió de bañarse, y preparó el desayuno.
Vio a Sean bajar, llevando un traje oscuro, listo para el entierro.
Bebió su café, pero no tocó un poco de la fruta, ella lo miraba, su barba crecida, sus ojeras marcando, sus ojos color miel.
Su gesto miserable.
Sonrió, pero supo que no había alegría.
“¿Qué harás? ¿Qué harás después del funeral?”
“Volveré a Malibú, ahora estoy viviendo ahí, mamá está allá con Octave”.
Sean asintió, recordó que ella se fue de su lado, esa casa ya no era un hogar.
“Bien, me alegro de que tú, y tu madre, estén bien”.
“Sí, ella está mejorando, Malibú es bueno para ella, para su mente, ¿Y tú? ¿Qué harás?”
Sean bajó la mirada.
“No lo sé, mi mente está tan confusa, ahora”.
Merybeth lo miró con tristeza.
Luego del desayuno, fueron al auto y llegaron al cementerio.
Sean observó bajar el ataúd, mientras lanzaban rosas blancas.
«Las rosas no florecen enterradas» pensó
Merybeth caminó al lado de Sean cuando estaban por irse.
“¿Le avisarán a Regina?”
“Le pedí el favor a Edward, así que él se encargará de hacerlo”.
“Bien. Debo irme, mi vuelo sale en tres horas. Supongo que, debes sobreponerte, supongo que pasarás tu época de duelo en Genesee”.
“Sí, estaré en nuestra… en la casa”
Ella asintió.
Merybeth pensó que había una brecha, demasiado grande entre los dos, y no podía cruzarla.
“Entonces, te deseo lo mejor, debo irme”.
Sean la miró con tristeza, pero, lo aceptó.
Ella estaba por irse, cuando se detuvo y volvió a él.
“Si te alejas por mucho tiempo, no puedo prometerte que seré la misma, pero, una parte de mí siempre anhelará tu regreso, tampoco juraré que te esperaré, el tiempo no espera por nadie. De todas formas, si alguna vez quieres buscarme, una parte de mí siempre estará necesitándote, amándote a lo largo de este tiempo. Pero, no sé si… no sé si cuando tú vuelvas, esté sola, no detendré mi vida por ti, ni por nadie”.
Sean miró sus ojos.
Entendió sus palabras, y tuvo miedo.
Ella dio la vuelta y se alejó lentamente, mientras la miraba partir.
Edward llegó a la prisión femenil de Genesee.
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