Ámame maldito CEO -
Capítulo 350
Capítulo 350:
Merybeth sostuvo la carta contra su pecho, como si fuera un abrazo.
‘Joe, recuerdo verte aquí sobre el Puente de Balí, ¿Este era nuestro lugar en el mundo?’
‘Solíamos pensar en, si la vista mejoraría debajo del puente, pero nunca lo supimos, a veces, solo eres demasiado joven para darte cuenta de lo poco que dura una vida, un suspiro. Nunca sabré si pudo ser diferente, tampoco pensaré en eso. Era el final de todo, no lo sabía, ¿A dónde te has ido, mi amor, mi amigo? Dime que cuando sea vieja, encontraré todas las respuestas, seré sabía, caminaré por la tierra vacía, y una parte de mí sentirá que sigues estando aquí’.
‘Siempre serás mi marca personal, un recuerdo azul, a veces pensaré en ti, huyendo como un ladrón, pero demasiado dulce para odiarte Sí, eres el hilo de mi destino, me llevaste al amor, pero dime que algún día volveré a verte, perdida en tus ojos brillantes, como si fueran estrellas, adiós, buen chico, adiós, querido Joe’
Merybeth caminó de regreso.
No tenía idea de a donde iría, cuando recibió aquella llamada.
Era Orson.
su voz sonaba perturbada.
“¡Es que no encuentro a Sean por ningún lado! Estaba yendo a la casa, pero, temo que no esté ahí”.
Merybeth sintió angustia.
“Está bien, yo iré a la casa, estoy muy cerca, ¿por qué no vas a la Mansión Carson?”.
“Está bien, avísame, por favor”.
Merybeth colgó la llamada, y caminó rumbo a la casa.
AI llegar vio todas las luces apagadas.
Miró en su cartera, ahí estaba la llave que nunca entregó.
Respiró profundo.
AI entrar al lugar donde fue tan feliz, le provocaba melancolía, abrió la puerta, todo era silencioso, parecía que Sean no estaba ahí.
Ella subió a la habitación, la que fue su recámara, y entonces lo vio, él estaba ahí, tendido sobre el suelo, inerte.
Ella tuvo miedo, y corrió hacia él.
“¡Sean!”
El abrió los ojos, y la miró con duda.
Estaba mal.
“¿Merybeth?”
“Mira como estás, Señor Antártida, tienes que descansar”.
Ella lo ayudó a levantarse, él se veía roto.
“¿Por qué estás aquí? Ahora lo sabes todo, ¿Me odias? Te dejé, y no valió la pena, mi hermano se murió tan pronto. Soy un imbécil, siempre lo seré, lamento haber roto tu corazón, tratando de curar el de Joe. Ahora el mío también está hecho pedazos”.
Sean se echó a llorar.
Ella sintió mucha tristeza de verlo así.
Merybeth lo abrazó, y él se aferró a su cuerpo.
Se recostaron en la cama, uno frente al otro.
La oscuridad solo se rompía por el reflejo de la luna colándose por el balcón, ella acariciaba su rostro, mientras veía sus lágrimas caer.
“Duerme, te cuidaré, estaré aquí cuando despiertes”.
“¿Me odias?”
Ella sonrió suavemente.
“No, no eres tan guapo para que te odie, Señor Antártida”.
ÉI rio, pero su risa se convirtió en llanto.
“Estoy… descompuesto, Merybeth”.
Ella acarició su mejilla.
“Bueno, te arreglarás, estás aquí, vas a repararte a ti mismo, lo verás”.
“Pensé que hice lo correcto, pensé que podría estar con él hasta el último momento”.
“Y lo hiciste, y eso fue hermoso, sé que Joe te ama, él está feliz por esos días”.
Sean asintió.
“Pero, entonces, ¿Por qué sigue doliendo tanto?”
“A veces, el dolor es el camino a la felicidad, pero está bien, el dolor no es eterno, amor, estarás bien”.
“Nunca sabré si hice lo correcto, nunca sabré si fue suficiente, o valió la pena, lamento haberte hecho llorar tantas veces”.
Ella siseó.
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