Ámame maldito CEO
Capítulo 35

Capítulo 35: 

Luego subió al auto y guardó silencio, mientras iban a las tiendas del centro de Genesee.

“¿Qué le podemos llevar a tu abuelo? ¡Ya sé, una caja de chocolates!”

“Claro, eso sería genial, si quieres que tenga un coma diabético”.

Ella se echó a reír.

“¿Y entonces? Oh, ya sé, un chaleco de viejito”.

“¿Un qué?”

Sean se echó a reí, y ella también.

“Señor Antártida, ¿Usted está riendo? ¿Será el inicio del apocalipsis?”

Él borró su sonrisa.

La miró con ojos pequeños y un falso enojo.

“Mejor que encuentres un regalo, o si no comenzará el apocalipsis, mira la hora que es, es muy tarde”.

“¡Mire!”

Dijo ella apuntando al otro lado de la calle.

“¡Es una tienda de antigüedades! Ya sé que le regalaré al abuelo Hyland, ya lo verá”

Ambos cruzaron al otro lado y Cyrus fue detrás de ellos.

Merybeth entró, pero Sean y Cyrus permanecieron afuera, viendo por el cristal.

“¿Estás seguro de que ese hombre era el mismo Joe Carson?”

“Así es, señor, no iba a llamarlo, no me pareció ninguna situación rara o errónea, pero, cuando vi que se trataba de él, decidí hacerlo”.

“Muy bien hecho, Cyrus”.

Él asintió y fue al auto.

Sean permaneció de pie solo mirando a Merybeth.

‘Qué gracioso destino, lo que son las cosas, Joe Carson será parte de mi familia, ¡Vaya; vaya! Ya veremos cuando me vean los Carson, se morirán de un infarto, les espera una gran sorpresa por partida doble’

Pensó.

Luego sonrió con algo de cinismo, cuando Merybeth miró su rostro, aquella sonrisa de pronto le pareció caótica.

Cuando Merybeth salió de la tienda traía consigo un regalo.

“Quiero verlo”.

Ella sonrió y le mostró un reloj de bolsillo bañado en oro.

“¿Te gusta?”

Sean lo miró con ojos críticos.

“¿Por qué un reloj de bolsillo?”

“Bueno, porque es antiguo, es bonito y le gustará”.

“Bien, cómo sea, vámonos”

Dijo y subieron al auto, para volver a casa e ir por las maletas.

Pronto subieron las maletas al auto y emprendieron el viaje.

Cyrus condujo, así que Sean iba en el asiento trasero al lado de Merybeth.

Ella miraba por la ventana.

Pensó en Joe.

No podía sacarlo de su mente.

Incluso su rostro ahora le parecía triste.

‘Joe, te convertiste en un extraño que no reconozco en ninguna parte, prometiste que jamás sucedería, y al final, tu promesa se rompió, como rompiste mi corazón’

Pensó.

El viaje se volvió largo.

Pronto llegó el anochecer.

Merybeth se sintió cansada y se detuvieron en una tienda y cargaron gasolina.

Merybeth aprovechó para comprar golosinas y agua.

Luego volvió al auto.

“Le traje un chocolate, Señor Antártida”.

Él observó la barra de chocolate con recelo.

Ella la puso sobre el asiento, pero él la hizo a un lado con sus dedos.

“No, gracias”.

“¿Por qué? Por eso es tan amargado”

Dijo Merybeth y ella la abrió.

“Mire, pruebe está delicia, y verá que la vida se volverá dulce”.

Él negó.

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