Ámame maldito CEO -
Capítulo 338
Capítulo 338:
Le dolió más su fingida tranquilidad.
Era como una bofetada con guante blanco.
“¡Juro que, algún día, lo pagarás caro, juro que lo pagarás!”
Merybeth caminó hacia él, y le dio tal empujón que logró hacerlo retroceder, lo miró con tanta furia, que dolió más que sus palabras.
“¡Te odio! Te odio tanto”, dijo golpeando su pecho con sus puños, con todas las fuerzas.
Sean estaba inmóvil, y sintió como ella rompió en llanto.
Estaba sufriendo y odió todo eso.
La tomó en sus brazos, la abrazó a él.
Sean también lloraba e intentaba disimular su tristeza.
Pero era imposible.
Merybeth se alejó como si él quemara.
“¡AIéjate! Juro que te arrepentirás”.
Mary Belly y Octave entraron a la casa y miraron tal escena.
Merybeth llorando, Sean tan triste, y los vidrios rotos.
“¡¿Qué ha pasado, hija?!”, exclamó Mary Bell.
Merybeth recordó que su madre era una persona muy sensible en estos momentos, aun su mente no estaba bien, y se dejaba impresionar fácilmente, ella fue a abrazarla.
“No ha pasado nada, madre, todo está bien”.
“Pero… ¡Estás llorando!”
“¿Esto? ¡Oh, no! Son lágrimas de cocodrilo, solo finjo, pero ya obtuve lo que necesitamos, querida mami, ahora ve arriba, ve por tu maleta, hazla rápido, iremos a un lugar hermoso, ¡Un hotel de cinco estrellas donde se hospedan los artistas!”
Mary Bell la miró aturdida.
Merybeth se acercó a su oído.
“Iremos de vacaciones”, susurró
Mary Bell sonrió y asintió.
“Acompáñela, por favor, Octave, enseguida nos iremos”.
El hombre asintió, pero pudo ver que algo estaba mal.
Merybeth se volvió a Sean y limpió sus lágrimas.
Luego lo amiró fijamente.
“Bien, tienes mi correo electrónico, Señor Hyland, envíame ahí a donde debo ir a firmar el divorcio…”
“Mañana temprano ve al bufete, podremos firmar el divorcio, por favor”.
Ella le miró incrédula de su frialdad, y asintió.
“Está bien, que preparen ese cheque con muchos ceros, y tal vez firme tan rápido como quieres, o de lo contrario, podría hacerte rogar para que firme”.
Merybeth alzó la vista y miró a su madre bajar la escalera.
Octave llevaba dos maletas.
“Traje tu maleta, ¿Está bien, hija?”
Merybeth sonrió y asintió.
Luego caminaron para salir de la casa.
Sean se quedó donde estaba, sin mover ni un músculo.
Merybeth aún miró atrás.
Luego cerró la puerta y supo que no iría tras ella.
Sintió que eso lo había vivido antes.
Tal vez en otra vida, o tal vez en esta misma.
Ella creyó que Sean la salvó de su soledad, pero ahora la dejaba en el mismo lugar.
“Estoy ya lo viví antes, siendo abandonada por alguien que juro amarme, ¡Es un deja vu!”
…
Merybeth y su madre llegaron a aquel hotel.
Como lo prometió su hija, Mary Bell se encontró ante una suite elegante en un hotel de cinco estrellas, ella miraba maravillada esa gran habitación.
“¿Te gusta madre?”
“¡Sí! Es muy bonita, pero, sigues triste, hija”.
Merybeth sonrió y supo que esa mujer era su madre.
No podría mentirle.
“Madre, siéntate, debo decirte algo”.
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