Ámame maldito CEO
Capítulo 337

Capítulo 337: 

“No es una broma, no digas eso, es la verdad, quiero el divorcio, Merybeth, ya no quiero estar contigo”.

Ella le miró con ojos tan grandes.

Se veía conmocionada.

“¡Lo que dices es imposible! ¿Por qué, Sean? ¿Acaso olvidas que me amas?”

“Joe y yo queremos recuperar nuestra relación de hermanos y…”

“¡¿Y qué?! ¿Acaso él te importa más que yo? ¿Acaso no soy yo tu familia? ¿Y tus palabras? ¡Dijiste que me amabas, que yo era tu vida! ¿A dónde se fueron tus palabras?”

Sean bajó la mirada.

Sintió que se quedó sin aliento.

Sus manos temblaban.

“He-pensado mucho, pero… hay muchas mujeres y hombres en el mundo, pero la familia, un hermano, es un hermano por mil años”.

Merybeth abrió ojos impactados.

“¿Qué m!erda dices? ¡Hay familia que ni siquiera es de sangre y lo es! ¿Te escuchas lo que dices? ¿OIvidaste a Orson, a Lynda? ¿0 a Brooke Hyland? Fueron más tu familia que Joe, y ahora, estás frente a mí diciendo esto”, los ojos de Merybeth se llenaron de lágrimas.

Sean reflexionó que un golpe dolería menos.

“¿Acaso no juramos que éramos tú y yo contra el mundo?”

ÉI bajó la mirada.

No dijo nada, y eso fue más frustrante para ella.

“¡Te estoy hablando! Mírame a los ojos, respóndeme”, ordenó.

ÉI no lo hizo.

Solo permaneció callado, mirando al suelo.

Ella caminó hacia él, y Sean retrocedió.

Merybeth se quedó congelada sobre su paso.

Estaba asombrada de lo que él hacía.

Caminó de nuevo un paso, y notó que Sean al mismo tiempo lo retrocedía.

Las lágrimas rebotaron por su rostro.

Era triste darse cuenta de que él quería alejarse de ella, cuando siempre fue al revés, eso la estaba matando por dentro.

“¿Qué crees que haces, Sean? ¡Estás lastimándome!”, gritó con frustración y rabia.

“Lo siento…”

“¿Lo sientes? ¡Eres un idiota! Siempre supe que lo eras, pero nunca tanto. como hoy”, aseveró con rabia.

“Por favor, no me lo hagas más difícil”.

“Me hiciste lo mismo que tu hermano, ¡Me abandonaste! ¿Ahora quieres el divorcio?”

“Merybeth…”, dijo con una voz tan suave, que fue un susurro.

“Ayer me hiciste el amor, pude sentir que eras mío, que me amabas más que a nada en el mundo, pero hoy, mira como tiemblo”, dijo alzando las manos, para que lo notara.

“Ya ni siquiera sé que es lo real, ¿Sabes que me duele más en este momento? Qué tenías que ser tú el que me decepcionara”.

“Por favor, Merybeth, no me hagas hablar, no diré nada”, dijo con la voz rota.

Era como si le doliera, pero eso solo incrementaba el dolor en ella.

Merybeth se movió por la habitación, de un lado a otro.

Estaba desesperada y enfurecida.

“¿Así que quieres el maldito divorcio? ¿Para qué? Para buscarte una nueva mujer, y junto a Joe jugar a la familia feliz, mientras yo soy exiliada como la maldita culpable, ¿Verdad?”

Merybeth sintió tanta rabia.

Se acercó a la mesa con adornos de vidrio.

Estaba tan rabiosa que los lanzó al suelo, desquitando su coraje.

“¡No es justo! Pues no te daré el divorcio, ¡No te daré nada!”

“Sabes que no puedes hacer eso dijo él”

“¿Y por qué no? Ah, claro, ¡Es que tú eres el dueño del mejor despacho de abogados! Pues bien, te daré el divorcio, porque es probable que no puedo luchar contra ti, pero, te diré algo, cuando hay firmado el divorcio, te quitaré la mitad de todo tu asqueroso dinero, ¡Cuando haya acabado contigo, dejarás de ser el CEO billonario más rico de la ciudad! No serás nada”, exclamó lanzando una copa al suelo.

Sean tocó su cara con desespero al escuchar los vidrios estrellarse contra el suelo.

“Bien, si eso es lo que quieres, te daré la mitad de todo mi dinero”.

Merybeth le miró sorprendida.

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