Ámame maldito CEO -
Capítulo 335
Capítulo 335:
“No, es por ella, ni es por esto, en realidad, no es mi tipo”.
“Ah, ¿No? ¿Por qué? Ella es una mujer muy bella”.
“¿Y a mí qué me importa? ¿Sabes cuánto dura la belleza humana? Si alguien supiera lo efímera que es, y lo larga que debería ser la vejez, se concentrarían en buscar a una persona interesante, durante el resto de sus vidas, de lo contrario, vivirán amargados”.
Ella sonrió.
“Te creo, alguna vez escogí la belleza, y ahora sigo lamentándome, aún no consigo mi divorcio, uno piensa que conoce a la persona con quién se casa, y por eso jura ante el altar lealtad, pero, a las personas realmente las conoces en el peor momento de la vida, y en el divorcio”.
Edward sonrió.
“Así es, bueno, ofréceme siquiera lo que te sobró de cena, la comida del restaurante que eligió Maggie era, ¡Asquerosa!”
Lynda rio de él, pero le calentó la cena.
Siguieron platicando, y cuando notaron los rayos de sol inundar el comedor se sorprendieron, habían estado platicando por tantas horas, sin aburrirse.
Ambos se miraron a los ojos, como si hubiesen encontrado. una respuesta.
Pero ninguno dijo nada.
“¿Sabes qué? Considérate divorciada, yo me encargaré”.
“Podría ser difícil”, dijo Lynda.
ÉI sonrió.
“Nunca he perdido un caso, y esté jamás lo perderé”, aseveró.
ÉI salió de la casa, y ella lo vio irse.
Lynda cerró la puerta, y sintió que su corazón latía mucho.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Cuando Merybeth despertó, sintió el lado de la cama vacío.
Se levantó asustada, sin entender por qué Sean no estaba en la cama, tomó su móvil y lo primero que hizo fue llamarlo, pero él no respondió.
Salió envuelta en una bata, y encontró a su madre con la empleada, preparaban el desayuno.
“¿No vieron al Señor Hyland?”
“Salió, señora, justo cuando llegué”.
“¿A qué hora?”
“Como a las seis de la mañana.”
Merybeth se mostró confusa.
“¿Estás bien, hija?”
Merybeth sonrió y asintió.
“¿Sabes? Me dijo Octave que vendrá por mí, quiere mostrarme los buenos lugares de Genesee, dice que así mi memoria mejorará, ¿Quieres venir, hija?”
Merybeth sonrió y asintió.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Sean corrió hasta aquel hospital.
AI llegar, sintió que le faltaba el aliento.
“Buenos días, me dijeron que trajeron a mi hermano a esta cIínica, me dijeron que se sintió mal por la madrugada”.
“¿Cuál es el nombre de la persona?”
“Joe Carson”.
La mujer buscó en la computadora.
“Sí, está siendo atendido por el médico, tenga un poco de paciencia, el doctor saldrá a informarle”.
Sean asintió.
Luego caminó por el sitio.
El tragó saliva y solo pensaba en Joe.
‘¡Pobre Joe! Si la empleada no lo hubiese encontrado… y mientras tanto yo… ¡No puedo, no puedo con todo esto!’, pensó con la conciencia golpeando en su interior.
Cuando el doctor salió, Sean le escuchó decir todo.
Cada palabra que le decía era incomprensible para él.
“Es que no entiendo, doctor, ¿Puede ser más claro? ¿Se va a curar?”, exclamó.
“El paciente no va a curarse, su afección es grave como se lo dije a él, el tratamiento no funciona, tuvo insuficiencia cardiaca, ahora pudimos controlarla, eso, por una parte, además, Joe está comenzado a padecer atrofia muscular, no creo que pueda caminar en los próximos días por su propia cuenta”.
“Dígame la verdad, ¿Puede morir?”
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