Ámame maldito CEO
Capítulo 330

Capítulo 330: 

“Por eso, dejaste a Merybeth, ¿Verdad?”

Joe levantó la mirada al techo.

Las lágrimas se aferraban a sus pupilas, pero no podía contenerlas ya, se sintió debí ante su hermano.

“Sí, por eso lo hice, no quería que, ella me viera así, que sacrificara su vida solo por mí. Quería verla feliz, incluso si no era a mi lado, eso quería, sigo queriéndolo. Nunca pensé que, ella vendría a mí, pensé que, si me casaba con Sophie, Merybeth me odiaría tanto que no se acercaría más, pensé que se iría y haría una gran vida lejos, nunca pensé que su gran vida estaría tan cerca de la mía”.

Las lágrimas caían por el rostro de Joe, y Sean sufría, lo miraba con desconcierto.

‘Tanto la ama, que hizo un sacrificio tan grande por su amor’, pensó con angustia.

“¿Por qué, Joe? Ella te amaba con locura, se hubiese quedado a tu lado”.

“¿Y para qué?”, dijo levantándose con debilidad.

“¿Para qué? ¿Para verla llorar? Amargándose a mi lado, sin viajar por el mundo, como le gusta, esperando conmigo la muerte, sin poder tener una vida normal, siendo amada, teniendo hijos, siendo alegre como es ella, ¿Qué clase de vida sería esa?”, se preguntó.

“¿Acaso no es cierto que cuando amas a alguien prefieres su felicidad? O tal vez soy un loco, egoísta; estúpido, soy todo eso, pero, lloro todas las noches pensando en mí, en ella, en lo que no fue, ¿Para qué querría que ella también llorara?”, se siguió culpando así mismo.

“Solo alguien que sufre lo que yo, me puede entender. Debes irte, Sean, no pierdas más el tiempo aquí conmigo, tienes a Merybeth, tienes una gran vida, todos tus enemigos cayeron por su propia mano, ahora puedes cantar tu victoria, sé feliz, lo mereces”.

Joe intentó irse, y de pronto, de forma inesperada cayó al suelo.

“¡Hermano!”

Sean corrió a levantarlo.

Joe intentó levantarse, pero una sensación horrible lo invadió, simplemente sus propias extremidades no le respondían.

Maldijo varias veces, golpeó el suelo con rabia, con frustración.

Se sintió un inútil.

“¡Déjame!”, gritó con furia.

Sean se alejó al verlo.

Sintió sus propias lágrimas correr por su rostro.

“Joe…”

“¿Sabes por qué no le dije nada a Merybeth?”

Joe levantó la mirada y lo vio.

“No quería eso”.

“¿Qué?”, exclamó Sean dudoso.

“¡Esa mirada! Esa maldita mirada de lástima, no quería que se quedara conmigo por compasión, no quería hacer de su vida un infierno, no quiero que lo sepa, Sean”.

Joe tomó fuerzas de la nada, y se irguió.

Incluso aunque dolía, sus piernas estaban algo entumecidas, y su cuerpo dolía, estaba cansado, lo miró fijamente.

“Joe, hermano, no me pidas eso…”

“¡No vas a decirle nada a Merybeth!”, exclamó.

“¡Te lo prohíbo!”

Sean le miró con dolor.

“¡Estás loco! ¿Cómo puedo callar esto que me está quemando por dentro? No puedo, ¿No lo entiendes? No soy de hierro, Joe, ¡Tú eres mi hermano! Y sí, te odié en algún momento, pero también te amo”, exclamó sollozando.

“¡No quiero que mueras! No quiero esto”, dijo rompiendo en llanto.

Joe le miró con tristeza.

Nunca vio antes llorar a Sean de esa forma.

Era como un niño herido y sintió dolor por él.

“¡Te lo suplicó, Sean! No digas nada, solo vete, solo ve y sé feliz, sé feliz por los dos, olvídate de mí”.

“¡Nunca! No me pidas esto, eres mi pequeño hermano, no puedo dejarte, no así”.

“¿No lo entiendes? ¡Reacciona! Soy tu rival, te destruí, ¡Te traicioné! Amo a la mujer que amas, ¡Me mata verte con ella! ¿Por qué me quieres hacer sufrir más? ¿Por qué me quieres torturar? Por lo menos los últimos momentos quiero estar en paz, no quiero verla, ya no quiero pensar en lo que quise y nunca será”.

Joe se sostuvo de su camisa, débilmente, mientras lloraba, y Sean le miró compasivo.

Lo abrazó, sintió tanta culpa, todo ese tiempo, nunca pensó que Joe sufría tanto en silencio y completamente solo.

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