Ámame maldito CEO -
Capítulo 322
Capítulo 322:
Merybeth vio con esperanza a la puerta.
De pronto, lanzó un suspiro.
“¿Crees que me amará? ¿Crees que se sentirá feliz de tenerme como su hija?”, preguntó de pronto con duda.
Sean sonrió con ternura.
“¡Ella te amará más que yo! Y eso ya es casi imposible, ella te adorará, no solo por ser tu madre, tú eres adorable, mi amor, estás destinada a ser amada”.
Merybeth tomó su mano y respiró, conteniendo su aliento.
“Quiero verla, ¿Se parece a mí?”
ÉI asintió.
“Tiene tu mismo color de ojos, voy a abrir la puerta”.
Merybeth sintió muchos nervios.
Sus manos temblaban.
Su estómago estaba hecho un nudo, pero había una esperanza, haciendo latir su corazón con bastante rapidez.
Sean abrió la puerta.
De pronto, escuchó unos pasos.
Levantó la vista y por fin, su rostro se reflejó en esos ojos azules como los suyos.
Un silencio las inundó.
Estaban cara a cara.
Luego de todos esos años separadas, sintiendo como un hilo invisible siempre las mantuvo atadas por amor.
Sean salió y las dejó un momento a solas.
Estaba nervioso, hubiese querido quedarse, pero supo que lo mejor era esperar.
Luego miró a Joe sentado sobre una silla.
Se veía muy agotado.
“¡Sean Hyland!”
Sean se giró a mirar a la dueña de esa voz.
Era Sophie.
ÉI le miró con duda.
¿Tú que haces aquí, Sophie?”
Ella sonrió, tenía un gesto malicioso en su cara.
Sean detestaba a esa mujer.
Luego ella habló:
“Es hora de negociar, tengo algo que te va a interesar mucho, y podría cambiarlo todo”, dijo con una sonrisa.
Sean la miró con intriga.
Supo que esa mujer estaba jugando su última carta, estaba perdida igual que su madre, luchando por mantenerse a flote, pero no olvidaba el daño que le hicieron a la mujer que tanto él amaba.
…
Merybeth enderezó su cuerpo, y miró a la mujer caminando hacia ella.
Era una mujer hermosa.
La recordaba cargando a esa muñeca, halando sus cabellos con fuerzas, en aquel entonces creyó que estaba demente, pero ahora parecía tan controlada.
Los ajos de Merybeth estaban repletos de Iágrimas.
“¡Madre! ¿Eres tú?”
Mary BelI se acercó a ella.
Lentamente, la miró.
Una sonrisa se dibujó, y sus Iágrimas rebotaron por su rostro.
“Cuando te vi, por última vez, eras solo una bebé, te perdí, hija, pero en mi mente, incluso si estaba rota, siempre te mantuve, mi dulce Beth, ¡Mi niña!”
Mary BelI se arrojó a abrazarla.
Ella la sujetó con fuerzas.
“¡Madre!”
Merybeth sollozaba, pero sus Iágrimas eran de profunda felicidad, dicha infinita de tener otra oportunidad.
Mary BelI acunó su rostro.
Miró sus ojos tan parecidos a los suyos y besó su frente.
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