Ámame maldito CEO
Capítulo 321

Capítulo 321: 

Octave abrazó a Mary BelI, consolándola.

El doctor informó que Merybeth estaba bien, que tuvo una infección que ya fue controlada, y que ahora podrían pasar a verla.

Sean sonrió feliz, y fue a verla.

Mary BelI esperó afuera de la habitación.

Sean se lo pidió, quería hablar primero con Merybeth.

Mary BelI tenía tanto miedo.

Octave tomaba su mano dándole fortaleza, pero ella temblaba, sentía mucha emoción, y a la vez, tenía terror de que su hija la rechazara.

Sean entró en la habitación.

Miró a su esposa, ella dormía, sonrió al verla, se acercó y tomó su mano, besándola.

‘Mi amor, te amo tanto, nunca podría irme, no sin verte, espero que la vida me dé años y años para estar a tu lado, te amo, Merybeth, quiero amarte toda mi vida’, pensó.

Merybeth abrió los ojos y miró a Sean ante ella.

Frotó sus ojos, como si quisiera ver la realidad.

¿Era real?

¿Esto no era un sueño?

“¡Sean!”, exclamó.

“¿Sean?”

“Sí, mi amor, estoy aquí”.

“Estoy soñando, dime, ¿Es un sueño o es el paraíso?”

ÉI sonrió.

“Mi paraíso eres tú, Merybeth” dijo sonriente.

“Pero, estamos bien, estamos vivos”.

“¡Volviste, Sean! ¡Lo sabía! Sabía que nunca me dejarías sola, nunca me abandonarías, ¡Lo sabía!”, exclamó.

“¡Nunca! Siempre volveré a ti, aquí estoy”.

“¡Super Sean! Mi mosca héroe, ¡Te amo tanto! No te puedes morir, no hasta que seas viejecito, y tengas un bastón y dentadura postiza, también cuando uses pañales, y no puedes morirte antes que yo, porque no quiero dejar de verte ni un solo día, ni llorar por ti”.

Sean siseó.

“Mi amor, te amo tanto, olvídalo, no hables de muerte”.

“Sean, mi mosquita, pensé que te perdía, casi-muero, ¡Eres un tonto! ¡Me diste un buen susto!”, dijo haciendo un puchero.

ÉI, por su parte, sonrió.

“¿Sabes? Cuando tengas sesenta y cuatro años, te amaré más, y más, y te haré el amor, como si de nuevo tuviera veinte años, otra vez”.

Merybeth rio de él.

“Es una promesa, Señor Antártida”.

“Un juramento de amor eterno. Merybeth, tengo una sorpresa para ti, ¿Recuerdas lo que siempre deseaste?”

Merybeth frunció el ceño, intrigada.

“No quiero veinte millones, ni una casa, Señor Antártida”.

ÉI rio.

“Es algo mejor, mejor que todo el oro del mundo”.

Merybeth abrió ojos enormes, con una sospecha en su interior.

ÉI asintió levemente.

De pronto, sus ojos se llenaron de Iágrimas, y cubrió su boca.

No lo podía creer.

¿¡De verdad había hecho eso!?

“¿De verdad? Mi madre, ¡¿Ella está aquí?!”

Estaba impresionada.

“¿La salvaste, Super Sean?”

ÉI sonrió.

Sintió un nudo en la garganta, al ver su emoción y asintió.

“Sí, mi amor, tu madre está aquí, quería darte la felicidad del mundo, lo conseguí”.

Las Iágrimas corrieron por sus mejillas, está vez eran Iágrimas de felicidad y de ilusión.

“¿Dónde…? ¿Dónde está?”

“Está detrás de la puerta”.

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