Ámame maldito CEO -
Capítulo 32
Capítulo 32:
Ella levantó la mirada y sus ojos se encontraron fijamente.
Merybeth sujetó su argolla y tomó su mano.
Aquella acción alteró los nervios de Sean Hyland, pero no hizo ningún intento de resistencia.
Sintió la pequeña mano de Merybeth intentando colocarle la argolla de matrimonio.
“Le queda perfecta, bueno, ahora tiene un anillo, y yo tengo el mío”
Dijo poniéndose con rapidez su argolla.
“Cuando los esposos se ponen los anillos siempre juran amor eterno, pero nosotros juraremos que estaremos juntos, hasta que el divorcio nos separe, y juremos que daremos nuestra mejor actuación de un matrimonio perfecto, ¿Lo jura también, Señor Hyland?”
Sean la miró con grandes ojos.
Fue como si sus palabras le impactaran, como si doliera en su corazón.
Tragó saliva.
“Sí, también lo juro”
Dijo y salió de ahí dejándola sola.
Merybeth pensó en Joe.
Miró su anillo de esposa.
‘Te veré, Joe, y te mostraré mi anillo, te enseñaré que me has perdido, me has perdido para siempre, Joe Carson’
Pensó Merybeth y corrió hasta las escaleras.
“¡Señor Antártida! ¿Puedo salir un momento?”
Sean se detuvo y la miró bien.
“¿A dónde irás?”
“lré a… comprar un regalo para el abuelo”.
Sean la miró con ojos dudosos, y asintió.
“Bien, pero el Señor Cyrus irá contigo”.
Merybeth se puso nerviosa y al final aceptó.
“Nos vemos pronto, cuídate”
Dijo ella.
Le miró dudosa.
Era raro que Sean Hyland fuera amable, pero creyó que practicaba para cuando tuvieran que fingir en casa de su familia.
Merybeth corrió por su cartera y salió a buscar al Señor Cyrus y pronto fueron en camino.
Ella veía la ciudad, por la ventanilla, alejándose poco a poco, hasta llegar al puente de Bali.
Cuando estuvo ahí.
Se quedó estática, y luego bajó del auto, miró la hora.
Faltaba para que se cumpliera el tiempo en que se verían.
Caminó y se acercó.
Era un puente grande.
Se extendía sobre el mar y tenía unas bancas oscuras, unos barandales para que nadie pudiera correr peligro.
…
POV Merybeth:
No, nunca vi lo mal que estaban las cosas con Joe.
Para mí las rosas seguían en flor, sus ojos seguían siendo cálidos, para mí todo estaba bien, la vida era buena, no vi la realidad, él iba a dejarme, y yo no lo pude ver.
Al final, la vida es diferente, soy una ciega en el mundo, para ganar hay que perder, y yo, lo di todo por él.
Quería negar mi soledad, y sigo aquí, con lágrimas derramadas en vano; al final, yo lo amé más, lo amé demasiado, pero como yo nadie lo amará, nadie.
Siento un dolor en mi alma.
No quiero llorar.
Aferró mis manos en un puño.
Quiera no pensar.
Quiero no sentir.
Si fuera de piedra.
Si fuera como el señor Antártida…
¿El señor Antártida?
Sean Hyland apareció como un fantasma, ante mí.
¿Quién dice que el amor es doloroso?
No pude salvarlo, ahora estoy pagándolo muy caro.
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