Ámame maldito CEO
Capítulo 317

Capítulo 317: 

Joe la miró con tristeza.

No lo creía posible.

Joe tuvo la peor sospecha, que su hermano estaba muerto.

De pronto, abrazó a Merybeth.

“Merybeth, por favor…”

Ella se alejó de él con rabia.

“Eso es lo que quieres, ¿Verdad? Anhelas su muerte, por su dinero, por envidia, ¡Era lo que querían! ¡Destruirnos!”, exclamó llorando.

Estaba triste.

Joe intentó contenerla, pero ella se alejó tanto de él, Joe sentía que su alejamiento dolía más que nada en su corazón.

“Por favor, no te alejes”.

“¡Sean está en la isla! ¡LIévame a la isla!”

Joe podía ver la tormenta golpear.

No quería hacerlo, pero Merybeth era terca.

“No lo haré, es peligroso, debemos volver”.

Merybeth le miró con rabia.

De pronto para su sorpresa, se lanzó al mar a nadar.

Ella no se rendiría y buscaría a Sean incluso si la vida se le iba en ello.

Joe navegó el bote, y viró para ir tras la intrépida Merybeth, estaba tan angustiado, temiendo que algo malo fuera a pasarle.

Merybeth nadó hasta la orilla de la Isla, todo lo que pudo.

Cuando llegó al fin a tierra firme.

Ella se recostó agotada.

Luego miró los cielos grises.

Solo pensaba en Sean.

Rompiendo en llanto, él no podía estar muerto, él no podía haberla dejado, su amor era lo que la hacía sentir viva.

‘Me salvaste, Sean, no vuelvas a ahogarme en un mar de llanto’, pensó suplicando muy fuerte en su interior.

Joe llegó con el bote, lo subió hasta la orilla y bajó por ella.

“¡Merybeth!”, gritó desesperado.

Ella no podía más.

Estaba llegando el amanecer y el cielo clareaba, pero aún había mucha oscuridad.

La lluvia que antes se calmó, volvió a aparecer con más fuerza.

Joe levantó a Merybeth de la arena, llevándola del brazo, hasta una cabaña.

Había más cabañas abandonadas en aquel lugar, que alguna vez fue un lugar turístico, pero por lo inclemente del clima, no lo era más, ahora solo era una isla desierta.

Merybeth se sentó en el suelo, esa cabaña tenía el techo roto, por donde se colaban las gotas de lluvia.

Joe se sentó frente a ella, mirándola.

Le dolía verla así, tan angustiada, y frágil.

“Merybeth…”

“Tiene que estar aquí, debe estar aquí, ¡Yo lo conozco! Sean es tan fuerte, Sean es valiente, él no me puede dejar, ¡No puede!”

Sollozando, cubrió su rostro con sus manos temblorosas.

“Esperemos a que pase la tormenta, solo entonces, podremos salir a buscarlo, por favor”, le imploró él.

Ella lloró.

Joe buscó en sus bolsillos, se alegró de tener un encendedor, había dejado de fumar, pero los últimos días fumó para controlar su ansiedad y frustración.

ÉI miró alrededor.

Había tablas de madera a un lado, las unió, quería crear una pequeña fuente de calor, hacía un frío que calaba en los huesos.

Encendió la fogata, y el calor comenzó a secar sus cuerpos.

Merybeth no podía pensar en nada que no fuera Sean Hyland, recordaba sus besos, sus caricias, su sonrisa.

Se acordó de todas las veces que pelearon y se amaron, venían a ella como ráfagas de un viento, que dolían en su esqueleto.

“Merybeth, ten fe, mi hermano es fuerte, volverá”.

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