Ámame maldito CEO -
Capítulo 316
Capítulo 316:
“Hola”.
“¡Merybeth!”, exclamó Lynda.
“¿Qué pasa, Lynda? ¿Sucedió algo? ¿Dónde está Sean?”, preguntó asustada.
Luego enderezado su postura.
“Debes venir a la casa de Orson”.
“¡Dime! ¿Qué pasó? ¡Por favor!”
Ella estaba con angustia.
“Lo siento mucho, ¡El auto de Sean cayó al mar!”, dijo ella gritando.
Estaba procupada.
“No lo han encontrado…”
Merybeth sintió un dolor en su pecho.
Sintió como si le arrancarán el alma en un solo instante.
Se apuró a vestirse con lo primero que encontró y salió rápido.
Merybeth y Joe, quien se enteró, llegaron hasta la casa de Orson, estaban desesperados, angustiados.
“¡¿Dónde está mi hermano?!”, exclamó Joe.
Orson tenía el rostro afligido, Jane estaba abrazándolo.
“Están buscándolo, su… su auto cayó al mar, aún no lo encuentran”.
Merybeth abrió ojos tan grandes.
Las Iágrimas corrieron por sus mejillas.
‘¡No puedes dejarme Sean, no, mi Señor Antártida, no tienes permiso de abandonarme, no puedes irte!’, pensó.
“¡No! Sean no está muerto, él está vivo, él está bien, debo ir a buscarlo”.
Merybeth intentó salir corriendo, pero Joe la detuvo.
“¡Espera! Por favor, tranquila”.
“¡No! Joe, no puedo, no hay vida, ni aire sin Sean, sin él yo me muero”.
Merybeth salió con rapidez, pero Joe la alcanzó.
Lynda y Jane se quedaron en el apartamento.
Jane intentaba consolar a Lynda, pero era inútil.
Cuando Merybeth y Joe llegaron al Puente de Balí, ella estaba destrozada.
Una tormenta caía, y los policías ordenaron detener la búsqueda, hasta que el tiempo mejorara y la lluvia disminuyera de intensidad.
“¡Están locos! No pueden detenerla búsqueda d emi esposo, él está ahí, quizás herido, deben salvarle”.
Los hombres ignoraron su reclamo, pero ella no podía dejarlo así
Fue a buscar a alguien que rentara un bote.
“¡Merybeth! Por favor, no te pongas así”.
“¡Orson! Rentemos este bote, por favor”.
Orson estaba desesperado.
Edward llegó a ellos y Orson escuchó sobre Mary BelI, y le pidió guardar silencio.
“Ya es suficiente para Merybeth lo que está pasando con Sean, por favor, no digas por ahora que su madre iba en el mismo auto, sería una doble desgracia para ella”.
Edward asintió.
Ambos rentaron dos botes.
Merybeth no planeaba quedarse con los brazos cruzados.
Joe fue con ella, y Edward y Orson fueron en otro.
La búsqueda era inútil, pero nadie se atrevía a decirle nada a Merybeth cómo para quebrar sus esperanzas.
“¡Ya basta, Merybeth! Debemos volver”, dijo Joe, notando que estaban muy lejos del puente, y muy cerca de una isla.
“Es peligroso para nosotros, también”.
Merybeth se negó.
“¡No! No me iré de aquí sin Sean”.
Recibieron un mensaje, Joe lo leyó.
“Encontraron el auto de Sean”.
Merybeth sintió un miedo profundo.
“¿Y Sean?”
“ÉI no estaba en el auto”.
“¡Tal vez está en esa isla, tal vez nadó hasta aquí!”, dijo mirando una isla cerca de ellos.
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