Ámame maldito CEO
Capítulo 309

Capítulo 309: 

“Te amo, Merybeth, te amo, con esta locura, con esta rabia, con la pasión y la ternura, ¿Qué hiciste conmigo? ¡Ya no sé quién soy, sin ti! Te amo por encima de quién sea, por encima de mí mismo”, dijo él.

Merybeth se colgó a su cuello, y besó sus labios con furia, con pasión.

“Te amo”, dijo ella.

“Somos tú y yo contra el mundo, nada me importa, solo ser tuya, no me puedes dejar, y yo a ti tampoco, nada de esto es más fuerte que este amor”.

Sean la besó con la misma intensidad que ella.

Sus lenguas se acariciaron, había un calor en sus cuerpos.

ÉI abrió los ojos, pudo sentir aún los fantasmas de su pasado en ese lugar, tomó la mano de su esposa, y se la llevó lejos de ahí.

Una ligera llovizna comenzaba a caer, cubrió sus cuerpos refrescándolos, entraron tan rápido en la mansión, que nadie los vio.

Ambos subieron a su habitación.

Estaban tan apurados, Sean apenas alcanzó a cerrar la puerta, sin asegurarla.

Ella besó sus labios, había un apuro.

Era un deseo que estaba en su cuerpo.

ÉI la cargó a horcajadas, la necesitaba, ella era su oxígeno, y él era su paz.

Ambos fueron a la cama.

Merybeth desabotonó su camisa tan rápido, sin importar que algunos botones se rompieran, él estaba sentado y ella encima de él.

Besó su cuello, besó su pecho, escuchó un jadeo escapar de su voz, sabía que estaba excitado, que la deseaba tanto como ella a él.

Se quitó el vestido tan rápido como pudo, sintió sus caricias, sus labios sobre su cuello, desnudando sus pechos, chupándolos como un bebé sediento.

Ella g$mía, ardía de amor, de ganas de ser suya para siempre.

Pronto quedaron desnudos, piel contra piel.

Ella descendió hasta ponerse frente a él, de rodillas, comenzó a succionar su p$ne, acariciándolo con su lengua, haciendo que se retorciera de placer, arrancándole suspiros.

ÉI tomó su cabello entre sus manos, empujó su boca hacia su gran v!rilidad erecta, casi ahogándola, pero ella respondió con habilidad, majeándolo, mirándolo de forma muy sensual para él.

Sean se recostó sobre la cama.

No podía más.

Ella era su fuente inagotable de amor y placer, Merybeth se puso encima de él, estaba tan húmeda.

Tomó su falo, y la p$netró con rapidez, ella comenzó a moverse rítmicamente sobre él.

ÉI sintió que enloquecería, observando sus hermosos pechos rebotar, despertando su lujuria, ella era única.

Ella era suya.

Ambos sabía que se pertenecían.

Merybeth era dueña de su propio placer, sintió esas grandes manos acariciando sus pechos, estaba llegando al punto de no retorno.

Amaba ser suya.

Amaba hacer el amor con ese hombre.

Ella se movió de arriba abajo, meneando sus caderas con descontrol, jadeó y gimió tan fuerte, mordiendo su nombre entre sus labios, cuando su v$gina explotó en deliciosos espasmos de placer que recorrieron todo su esqueleto.

Sean la abrazó a él, temblando ante su propio org%smo, besando sus labios.

“Te amo tanto, mi amor”.

“¡Maldito Ceo! Te dije que ibas a amarme”

ÉI sonrió divertido y ella comenzó un largo beso, sus cuerpos aún estaban unidos, abrazados.

No notaron que la puerta se abrió ligeramente.

Joe tenía ojos tan grandes, estaba de pie, en el umbral de la puerta, mirando tal escena con terror, cerró de un portazo, y corrió débilmente.

“¡Qué m!erda fue eso!”, exclamó.

Merybeth perturbada Sean la abrazó y besó su frente, se levantó y corrió a asegurar. la puerta, antes dio un ligero vistazo, no vio nada.

ÉI cerró tras de sí, con llave.

Luego volvió a la cama, se abrazó al cuerpo de su mujer.

“¿Sabes? Será mejor que volvamos a casa, no tenemos nada más que hacer aquí”.

“¿Estás seguro?”

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