Ámame maldito CEO
Capítulo 308

Capítulo 308: 

Merybeth negó, intentó irse, pero él la devolvió.

“No, Joe, no te amo, ya no, eso es el pasado, aprendí a olvidarte, incluso a perdonarte, ya no me duele tu traición, aunque una vez casi me mató, tomé lo que la vida me dio, y fue hermoso, ahora soy feliz”.

“Merybeth, ¡Escúchate! Joder, ¡Deja tu maldito orgullo! ¡Tu maldita venganza! Somos tú y yo, aquí, solos, lejos de las máscaras, dime la verdad, ni siquiera intentaré nada, solo dime que ya no me amas, dime que lo amas a él, di la verdad”.

Ella acarició su rostro con suavidad, y él cerró los ojos, dejándose llevar, como un gatito necesitado de amor.

“Yo te amaba, Joe, quería ser feliz contigo, era una vida buena, eso creía. Luego me dejaste, me engañaste de una forma cruel, destrozaste mi corazón, y mi autoestima. Salí corriendo buscando a cualquiera que me salvara de esto, estaba rota, y Sean llegó, como la luz del sol, reflejándose en cada herida, él me iluminó, creí que, nunca amaría más, pero él, me enseñó otra forma de amar, un amor eterno, un amor loco, apasionado y lleno de paz, supe que jamás amaría después de él, soy feliz, no te miento, Sean es el dueño de mi corazón, ahora solo quiero que, algún día, tengas un amor como yo”.

Merybeth se alejó, estaba a punto de irse de ahí.

“¡Merybeth, no!”, gritó Joe desesperado.

ÉI la tomó del brazo, la volteó a él, y la acorraló contra la pared.

Ella no pudo evitarlo.

Su cuerpo era fuerte, sintió sus labios oprimiendo los suyos, cuando antes suplicaría por sus besos, ahora le hace sentir asco.

Era una mezcla entre culpa y dolor.

Ella se negaba empujándolo, alejándolo, pero era inútil.

Apretó sus labios, en un mohín de rechazo.

Joe sintió su inmovilidad, cuando abrió los ojos, vio los de ella tan abiertos, decepcionados, dio un paso atrás, liberándola al fin.

“¡De verdad me olvidaste, Merybeth! ¡Amas a Sean, de verdad!”, exclamó con sorpresa, como si fuera increíble.

Joe bajó la mirada, luego su voz rompió en un cruel llanto, encorvando su cuerpo, parecía un infante sollozando.

Merybeth le miró con tristeza, lo hubiese consolado, no pudo, su cuerpo se lo impedía, alejada, tanto como podía.

“Está bien, está bien”, dijo Joe y limpió su rostro con rapidez.

“AI final, esto era lo que quería, que ya no sufrieras por mí, que yo no te importara, cumpIí mi meta, estoy feliz por ello, ¿Recuerdas que te dije que cada bendición tiene una cicatriz? Cuando te conocí fuiste mi bendición, bueno, ahora también eres mi cicatriz, sí, todo se ha cumplido”.

“Sí, tú solías decir que, él existe entre la gente, y que los humanos siempre arruinamos todo, eso también es verdad, Joe”.

ÉI la miró y hundió la mirada.

“Nuestro amor fue una bendición, yo lo arruiné, ahora es nuestra cicatriz, pero ni siquiera Sean podrá borrarla de nuestra memoria”

Joe dio la vuelta y salió de ahí.

Merybeth se quedó ahí, limpió sus Iágrimas, sintió que la cabeza le dolía, cuando estuvo por irse, se quedó perpleja, él estaba ahí, sintió que su corazón se estrujó.

“¿Tú? ¿Escuchaste y viste todo lo que pasó?”

Sean tenía la mirada severa, triste, y asintió.

“Lo escuché y vi todo, sí, Merybeth”.

“No es lo que crees, déjame explicarte…”

“No lo tiene que hacer, he dicho que lo vi y lo escuché todo”.

“Sean, no te enojes, por favor…”

Merybeth intentó acercarse, intentó tocar su rostro, pero él se alejó de ella, moviendo su cuerpo atrás.

Su rechazo fue como un golpe en su pecho.

“Me duele, Merybeth, que mi hermano te ame tanto, que llora por ti”.

Ella bajó la mirada.

“Nunca quise lastimarlo”.

“Si te hubiese conocido antes, si yo hubiese sabido quien eras, te hubiese dejado, porque, a pesar de que Joe fue cruel conmigo, es mi hermano, no quiero, no quería hacerlo sufrir…”

“¡Sean, no!”

“Pero, no puedo, ¡Maldita sea, no puedo! Aunque quisiera dejarte ir, no lo haría, mi alma no lo permitiría, moriría sin ti”

Hizo una pausa.

Sean estaba pensando.

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