Ámame maldito CEO -
Capítulo 299
Capítulo 299:
Merybeth estaba peinándose, cuando Sean despertó y la abrazó.
Fue repentino.
“Vístete, amor, tengo mucha hambre”.
Pero ella ya estaba acostumbrada.
“Bien, adelántate al comedor, y te alcanzó en unos minutos”.
“No te tardes, Señor Antártida, o el nido de víboras me comerá”.
“¡Ajá! Claro como si pudieran, creo que si lo intentan terminarás por comerlas a ellas”.
“¡Ay, no! ¿Cómo crees? Soy una santa, una enviada de los ángeles”.
Sean rio de ella.
“Enviada del infierno, dirás”.
“¿Me sabes algo o qué? Es una blasfemia”.
“Sí, sé muchas, diablita, por eso te tengo miedo”, dijo Sean riéndose.
“Así me gusta”, dijo dándole una nalgada.
Quería demostrar quién mandaba.
“Qué me temas, ¡Eh!”
Sean masajeó su gIúteo como si doliera, mientras reía.
“¡No te tardes!”
Merybeth salió de la alcoba y fue hasta el comedor.
Sophie se atrevió a abrir la puerta de la alcoba de Merybeth y Sean.
Entró, no vio a nadie ahí, y cuando escuchó ruido en el cuarto de baño, no dudó en entrar.
Caminó y vio a través del cristal de la ducha, la mujer no evitó admirar lo que sus ojos veían, tentada, con un rayo de lujuria en sus pupilas.
Se sentó sobre una silla y esperó a que ese hombre saliera de ahí.
Sean salió, abrió la puerta de cristal y la vio.
Sophie no dejaba de admirar su anatomía.
“¡Mira nada más! ¡Qué buenos gustos tiene mi hermanita! Por lo visto esa z%rra no pierde el tiempo, y sabe bien que escoger”.
Sean Ja miró con odio y asco.
Luego tomó una bata, cubrió su cuerpo de la vista de esa mujer.
“Sean Hyland, si quieres probar aúna verdadera mujer, déjame enseñarte de loque soy capaz, nunca desearás a Merybeth en tu cama, después de mí, te lo puedo jurar”.
ÉI se acercó a ella y la tomó de los cabellos con tal fuerza, que la hizo gritar de dolor.
“¡SuéItame! Maldito loco, ¿Qué haces?”
“¡Te enseñaré algo! Las mujerzuelas como tú, no son para hombres como yo”, dijo con rabia y determinación.
Sean la llevó hasta la puerta, halándola con fuerza de los cabellos, y la sacó de la alcoba, haciéndola caer al suelo, Sophie chilló asustada.
Joe que caminaba por el pasillo y miró la patética escena.
“¡¿Qué está pasando aquí?!”
“¡Está loco! Buscaba a mi hermana y me golpeó, Joe”, dijo llorando.
“¡Claro que no! Está mujerzuela entró a mi ducha, se me insinuó como una víbora y la eché como a un perro, pero un perro no merece ser comparado con ella”, dijo Sean con rabia.
Merybeth y Regina subieron la escalera, y escucharon todo.
“¡Ay, Sophie! Sin tu madre, siempre eres una estúpida, haciendo estupideces”, dijo Merybeth sin piedad alguna,
Sophie berreó.
“¡No les creas, Joe, solo quieren separarnos!”, dijo arrastrándose a sus pies.
Joe se alejó de ella.
“Quiero el divorcio, Sophie”
Ella le miró con miedo.
Luego un grito terrible les dejó sin aliento.
“¡¿Qué es lo que pasa?!”, gritó Regina, bajando unos peldaños de la escalera.
“¡Es el señor Joel! ¡Se cayó de la escalera del jardín trasero!”
“¿Qué tiene mi papá! ¿Está bien?”, exclamó Joe.
“¡Se golpeó la cabeza!”; dijo la empleada.
“¡El señor Joel está muerto!”
Todos miraron a la mujer con estupor.
“¡No puede ser!”, exclamó Joe con angustia.
“¡No! Mi padre no…”
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