Ámame maldito CEO
Capítulo 296

Capítulo 296: 

Joel miró la hora.

Regina aún no llegaba.

¿Por qué?

Cuando bajó la escalera, preguntó a una empleada por su mujer.

“Está ahí dentro”, dijo apuntando la biblioteca.

“Esta con un empleado llamado Matthew”.

Joel frunció la boca y fue hasta ahí.

Aquel par estaba tan inmersos en su pIática, que ni siquiera notaron cuando el hombre entró.

“¡No me importa cómo lo hagamos, Matthew! No quiero fallas, busca la manera, pero, mátalo, ¡Sean Carson debe morir! Quiero que lo mates cuánto antes”.

“¡Regina!”, exclamó Joel tan fuerte que casi la hace gritar del miedo.

“¡Joel! Me asustas, ¿Qué demonios quieres?”

“¡No te permitiré que mates a mi hijo!”

“¿Ahora defenderás a tu b%stardo?”

“No le harás daño a mi hijo, otra vez”.

La mujer le miró con rabia y furia.

“¿Y quién me lo impedirá? ¿Un fracasado como tú?”

Joel la miró con rabia.

“Eres una p%rra malvada!”, se quejó.

“Tú erés quien debe morir, eres mala, Regina, eres un castigo”

Joel la tomó del cuello; y comenzó a ahogarla.

La estaba apretando fuerte.

Mathew intervino, Joel volteó y lo golpeó, haciéndolo caer.

Regina, intentó recuperar el aliento.

Estaba horrorizada.

Joel volvió a ahorcarla con tal fuerza, que la mujer abrió ojos enormes.

Sintió la muerte tan cerca.

Estaba por quedarse sin aire, estaba por perder la conciencia, pero Joel se detuvo, repentino, sintió ese golpe tan fuerte en su cabeza.

Joel sintió el fuerte golpe sobre su nuca.

Se detuvo y tocó su cabeza.

La tocó y vio la sangre oscura sobre su mano.

Dio un paso atrás mirando alrededor, de pronto sintió tales náuseas que vomitó a los pies de Regina, quien le miró asustada, con grandes ojos incrédulos.

El hombre cayó de rodillas.

Luego se recostó.

Un instante después comenzó a sacudirse en convulsiones, ante la vista de ese par que solo lo miraban impactados, pero no hacía nada para ayudar.

El hombre se quedó tan quieto, como una estatua.

“¡¿Qué hiciste?!”, susurró Regina con temblor en sus manos y en su voz.

“¡¿Qué hiciste, imbécil?!”

“¡Iba a matarla! Yo solo la defendí”.

Regina le miró atónita.

Mathew se acercó a Joel, y tocó su cuello.

Se quedó quieto, y luego tocó su pecho.

Necesitaba sentir sus latidos, pero negó, meneando la cabeza.

“Está muerto”.

Regina estaba asustada.

Sus ojos estaban cubiertos de Iágrimas que rebotaron por su rostro.

“No… ¡No puede ser! No puede ser, ¿Qué haremos? Sean nos enviará a la cárcel, ese maldito no dudará en enviarnos a la cárcel”.

Mathew se levantó y la tomó de los hombros.

Luego la sacudió con fuerza, para hacerla reaccionar.

“¡Ya basta, cálmese! Nadie irá a prisión, nadie sabrá esto”.

“¿Qué haremos?”

Mathew miró el cuerpo, en ese suelo inerte.

“Lo llevaremos al jardín trasero”, comentó.

“Haremos creer que se cayó de la escalera, y que se golpeó, matándose en un accidente, usted ordenará que no hagan ninguna autopsia, que sea enterrado; ante todos será un simple accidente”.

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