Ámame maldito CEO -
Capítulo 293
Capítulo 293:
“Si nos descubre, seguro me corre de su casa”.
Orson siseó a Lynda que estaba junto a él.
“Y si sigues hablando, más probable es que nos descubra”
Lynda respiró.
“Mira, porque mejor no te vas por hoy a mi departamento a dormir, luego iré por ti, ¿Vale?”, le ofreció él.
Lynda aceptó.
Tomó las llaves de su departamento.
“LIévate mi auto”.
Ella aceptó y se fue sin ser vista.
Cuando Lynda atravesó la salida, sintió que su cuerpo fue empujado contra la pared, y alguien apretó su cuerpo, impidiéndole liberarse.
“¡Maldita p%rra! ¿Así que aquí estás?”
Ella sintió un miedo terrible al ver a Gael frente a frente.
“¡AIéjate de mí!”
“Ahora, volverás conmigo, o te juro que te mato, me darás toda tu fortuna si quieres que te dé tu libertad”.
“¡Nunca! ¡Eres un basurero!”, dijo con debilidad.
El hombre se alejó unos pasos, levantó la mano, Lynda cubrió su rostro, sabía que le pegaría, como otras veces, cuando de pronto, alguien lo detuvo.
“¡No te atrevas, animal!”
Edward Grant que salió de repente.
ÉI golpeó al hombre haciéndolo caer al suelo.
“¡Señor Grant!”, dijo Lynda.
Estaba impresionada.
“¿Qué haces aquí?”, exclamó al verla.
Gael se asustó tanto, que salió corriendo como una rata.
“¿Quién es él? ¿Por qué te quería lastimar?”
Ella bajó la mirada.
“Es mi… futuro ex esposo”.
Edward abrió bien los ojos.
“¡Vaya! No sabía que eras casada. Si necesitas un abogado, IIámame”.
Ella sonrió.
“Gracias, pero no le quitó más tiempo”.
“Ah, no te angusties, también estaba por irme”.
“¿Tan temprano?”
“Llega un momento en que estos lugares, se vuelven aburridos, y anhelas llegar a casa y dormir una muy buena siesta”, dijo Edward sonriente.
“Cuídate, Lynda”.
Lynda sonrió y lo vio seguir su camino.
‘Si fuera menos arrogante y clasista… sería verdaderamente guapo’, pensó.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Jane hablaba con Justin.
Seguía siendo tan imbécil como antes, aunque no quería reconocerlo.
No podía.
“¿Y por qué embarazarte, mujer?”
“Bueno, fue algo inesperado”.
“Ni siquiera se te nota, sigues divina, como siempre”.
“Solo tengo veintiún semanas, pero luego se me notará”.
“¿Por qué no ab%rtas? ¡Qué flojera tener un hijo!”, exclamó con desdén mientras bebía su copa con altanería.
Jane tragó saliva.
Se dio cuenta de que estaba cometiendo un gran error.
El mesero trajo una copa para ella, y Jane le miró, extrañada.
“Yo no pedí esto”.
“Yo sí, bebe”, dijo él.
“No seas amargada, te pedí tu trago favorito, vodka con jugo, bébelo”.
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