Ámame maldito CEO
Capítulo 281

Capítulo 281: 

“¡Ya no creo en tus mentiras, Arabella!”, dijo él.

“No te esfuerces, ¿Tú lo sabías, Sophie?”

La mujer hundió la mirada, y él sintió rabia.

“¡Claro que lo sabías!”

“Madre, déjanos solos”.

Arabella obedeció a su hija.

“¡Basta, Joe! Sé lo que es esto, ¡Es porque aún amas a Merybeth! ¿Verdad?”, preguntó ella con una pequeña sonrisa.

Joe se acercó a ella.

“¡Sí, aún amo a Merybeth! ¡La amaré por siempre!”

Sophie intentó darle una bofetada, y él detuvo su mano.

“¡SuéItame! Quiero el divorcio”

Joe rio de ella.

“No te lo daré, estar casada conmigo, es el peor de nuestros castigos, y así permanecerá, no obtendrás nada de mí, ¿Creíste que tendrías lujos, viajes, y joyas? No tendrás nada, mujer, de ahora en adelante, confórmate con comida en la mesa y vivir en este techo, porque no obtendrás nada de mí, ahora solo serás repudiada por toda la sociedad”.

“¡Joe!”, gritó y él salió.

Mientras tanto en otro lugar…

Merybeth y Sean acababan de llegar.

Observó que fueron al despacho a reunirse con Arabella.

“¡¿Y bien?! Ya hice todo lo que quisiste, Merybeth, ahora quiero que me entregues la fortuna Hansen”.

Merybeth miraba a la mujer con tal rabia, supo que podría matarla si se lo propusiera.

“Sí, observé el video, bastante humillante, típico de tu hija, pero, no te daré nada”.

Los ojos de Arabella se abrieron con estupor.

“¡¿Qué dices?! ¡Tenemos un trato! ¡Juraste que mantendrías tu palabra, Merybeth! No tienes palabra”.

Merybeth esbozó una cruel sonrisa.

“Si tengo palabra, Arabella, no te equivoques, pero yo solo mantengo mi palabra con las personas, con las ratas como tú, no puedo mantener mi palabra”.

Arabella intentó saltarle encima, quería golpearla, y destrozarla, pero Sean la tomó del brazo, impidiendo que tocara ni un solo cabello de su mujer.

“¡Maldita! ¡Malditos!”

Merybeth sonrió.

“Ahora, si quieres permanecer en esta casa, solo podrás hacerlo de una forma, y es como una criada, sí, serás una empleada de nosotros, solo así permanecerás en este techo, de lo contrario, ¡Lárgate!”, exclamó Merybeth disfrutando sus palabras.

“¡Nunca lo haré! Sophie no permitirá eso”.

“Tal vez Sophie no, pero yo sí”, dijo Joe entrando.

“Así que, o se queda trabajando como una empleada más, que limpiará y servirá, o puede largarse a la calle, porque yo tampoco la quiero aquí”.

“¡Joe!”

“Y si no quiere, puede llevarse a Sophie lejos de aquí, con usted”.

“¡No te olvides que ella es tu esposa! Todo lo tuyo es de ella”.

Joe rio a carcajadas.

“Yo no tengo nada, la herencia de Metín Carson es para mi padre, él me heredará a su muerte, tal vez, pero, está vivo, no tengo dinero, puede revisar mis cuentas, así que, Sophie, no tiene nada”, explicó él.

Arabella tenía los ojos cubiertos de llanto.

“Esto no se quedará así, Merybeth, te juro que lo pagarás donde más te duele”.

Merybeth sonrió feliz.

La mujer salió de ahí.

Sean miró a Joe con recelo, odiaba sentir que quería quedar bien con su esposa, y tuvo que reconocer que tenía miedo, que Joe le hacía sentir inseguro, Sean tuvo miedo de perder a Merybeth, de que el amor que alguna vez profesó a Joe, volviera sin remedio.

Arabella salió al jardín.

Se sentía condenada, humillada, de pronto, escuchó su móvil resonar.

“i¡¿Qué?!”, exclamó rabiosa.

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