Ámame maldito CEO
Capítulo 267

Capítulo 267: 

Sean sonrió con algo de malicia.

“¿Confías en mí?”

“¡Claro que sí!”, dijo ella con seguridad.

Entonces, él no dudó.

Lo iba a hacer.

“Bien, entonces, confía, entra, yo nunca te dejaré caer, nunca te abandonaré”.

Merybeth respiró profundo.

Salió del coche, y caminó hasta cruzar el portón.

Ella sentía que temblaba.

Sus piernas flaqueaban, llevaba un vestido blanco, no era bien visto ir de blanco a ninguna boda, al menos que fueras la novia, pero en esa ocasión ese era el chiste.

Ser mal vista.

No quería pasar desapercibida.

Merybeth tuvo que sostenerse de los recuerdos del pasado, recordar el daño que le hicieron para impulsarse y acudir a ese lugar, su corazón latía rápido, sin tregua.

Mordió su labio inferior, y se armó del valor que le faltaba.

Caminó hasta el salón de fiestas, tomó una copa de vino, bebió un buen sorbo; y escuchó que hacían el brindis nupcial.

“¿AIguien más quiere brindar por los novios?”

“¡Yo!”, dijo ella.

“Yo brindaré poros novios”

Merybeth sintió que ahora estaba segura.

AI menos fuera de su cuerpo.

Por dentro, seguía siendo un manojo de nervios.

Joe se giró a mirarla.

Sus ojos eran tan enormes.

No podía creer que ella estaba ahí.

¿Qué hacía alIí?

¿Por qué?

Sophie sintió una rabia hervir en su sangre.

“¡¿Qué demonios haces aquí?!”, gritó.

Luego eso, la señalo.

“¡Lárgate, no eres bien recibida! ¡Eres solo una envidiosa! ¿No es suficiente con que Joe me ame a mí, y sea mi esposo? ¿Acaso no tienes un poco de dignidad?”, exclamó Sophie, sin importar las murmuraciones de todos los invitados.

Merybeth sonrió sarcástica.

Era como si no le importara nada en el mundo.

“Solo vengo a felicitarte, a desearte que, seas feliz, junto a este pequeño traidor, son tal para cual, pero, no creo que disfruten tanto, no por mucho tiempo”, dijo con una burla en su rostro, mirándolos con diversión.

“Merybeth, debes irte”, sentenció Joe.

Ella miró a Joe con algo de Iástima.

“No, no me iré, me quedaré porque está fiesta es aburrida, bailaré, cenaré, y disfrutaré, después de todo, querido cuñado, ahora somos familia”.

“¡Tú no eres mi hermana! No te reconozco como tal. Vete, sentenció Sophie con firmeza, ya que no soportaba verla alIí.

“¿Y quién dijo que era mi cuñado por ti? Yo no dije eso”, dijo Merybeth lanzándoles el primer ataque.

Pero ellos tan tontos no lo previeron Sophie y Joe le miraron con duda.

“¡Vete, Merybeth!”, gritó Sophie pateando el suelo.

“¡Maldita embustera! ¿Qué crees que haces?”

Arabella la sujetó del brazo con fuerzas.

Estaba rabiosa, como una gata que atacaba, pero ella se liberó y le vació el Iíquido de la copa en su rostro.

Arabella gritó enfurecida, viendo lo que esa mujer le había hecho.

La odiaba con todas sus fuerzas.

¡Quería matarla alIí mismo!

“¡Desgraciada!”

“¡Saquen a esta mujer!”, sentenció Regina Carson.

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