Ámame maldito CEO
Capítulo 258

Capítulo 258: 

Patricia miraba a los chicos con decepción.

“¿Cómo han podido engañarnos de este modo?”, preguntó.

“¿Cómo es que te divorcias Lynda?”, dijo mientras la miraba.

“¿Acaso no te importa lo que dirá la gente?”, le preguntó su madre.

“No me importa”, respondió ella.

“Es más, te aviso que me Iré a vivir a Genesee con mi primo y mi hermano, viviré en un apartamento sola, y trabajaré en el bufete de Hyland y asociados”.

“¡¿Qué?! ¿De qué trabajarás, hija?”, exclamó Patricia impresionada.

No se creía lo que estaba escuchando.

¿Su hija de verdad iba a hacer eso?

¿Se había vuelto loca?

“De lo que sea; secretaria, asistente, recepcionista, yo aprendo fácil”.

Sean y Orson la miraron confusos.

“¿Estás segura?”, exclamó Sean.

“Sí, quiero sentirme útil”.

Cuando volvieron al salón, vieron al abuelo con Jane y Merybeth.

“Los he perdonado. No por ustedes, pillos, si no por mis nietas, que me ayudaron a darme cuenta de cómo son las cosas en realidad”.

“Abuelo, perdóname”.

El anciano se levantó y tocó su mejilla con una ligera palmada.

“Ah, no te preocupes, hijo, ahora solo me importa que nuestra Jane tenga un bebé sano y que sea parecido a ella, para que sea hermoso”.

Todos rieron de sus palabras.

“Lo será”.

“Tal vez, algún día, estemos celebrando la boda de Jane y Orson”, dijo Patricia.

Jane sintió que la sangre subía a sus mejillas, enrojeció al instante.

Orson bajó la mirada con tristeza, pensando que eso podría ser imposible.

Sean y Merybeth volvieron a Genesee.

Jane y Orson se quedaron un día más en CaskilI, para traer consigo a Lynda.

“Me enteré de que, mañana es la boda de Joe y Sophie, al parecer la quisieron adelantar”.

Merybeth no evitó sorprenderse de sus palabras.

“¿De verdad? Vaya, ¡Qué interesante!”

“Pensé en tu plan, pero, no estoy seguro de que sea beneficioso a largo plazo”.

Merybeth conservó el silencio.

AI llegar a casa, estaban agotados.

Solo querían descansar, así que ambos fueron a dormir abrazados.

Los sueños de Merybeth parecían ser caóticos.

No la dejaban en paz, ni podía controlarlos.

Merybeth estaba en el Puente de Balí.

Era tan real que le daba miedo.

Cuando levantó la vista vio a Joe sentado sobre el barandal del puente.

Era una posición peligrosa.

“¡Joe! ¿Qué haces?”, exclamó angustiada.

“¡Baja de ahí! Puedes caer”.

“¿Te importa aún lo que me ocurra?”

Ella parecía no entender.

No parecía ser consciente del tiempo en su sueño.

“Yo siempre me preocuparé por ti”.

“¿Aún me amas?”

Ella miró su rostro.

“Amo a mi esposo, pero tú siempre serás parte de mí…”

“¿Crees que el puente se vea más hermoso desde arriba, o desde abajo?”

“¿Qué?”, exclamó al entender su pregunta

“Joe…”

El hombre se abalanzó y cayó al vacío.

“¡Joe!”, gritó Merybeth, viéndolo caer.

Ella podía ver su rostro mientras iba cayendo.

Parecía caer ralentizado.

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