Ámame maldito CEO
Capítulo 250

Capítulo 250: 

Sus piernas eran tan débiles.

Sintió como se corrió y Sean se estremecía, vaciándose en ella, besando sus labios.

“Te amo”, dijo él.

“Te amo tanto, Mery, te amaré por siempre, nunca me olvides”.

Ella sonrió.

“Eso es imposible, ni muerta te olvido, mi amada mosca”.

Ella besó sus labios.

Para su sorpresa… ambos eran felices.

Mientras tanto en otro lugar…

Eran las cuatro de la mañana.

Joe no podía dormir, su Iámpara estaba encendida, sentado frente a la mesa, escribiendo esa carta, y mirando esos papeles a su lado.

ÉI pensaba en ella.

Pensaba en Merybeth Hansen.

Pensaba en esos buenos años a su lado, y cuando iban a mirar las estrellas en el Puente de Bali, juntos.

‘¡Oh, Merybeth! Solo los cielos saben cuánto recé, cada noche, cada día, cada hora, desde que le fuiste a Melbourne, y lo supe, intenté todo, busqué mil soluciones, nuevas opiniones, y mis esperanzas se desvanecieron entre mis manos, ¿Sabes cuántas Iágrimas derrame?’, pensó

‘Nunca lo sabrás, tal vez, ahora estás con él, me olvidaste, creyendo que te olvidé, nadie sabrá de mi corazón roto, no, nunca sabrás cuánto te amé, cariño, tanto te amo que renuncié a ti’, pensó.

‘¿Acaso nunca supiste cuánto te amo, Merybeth? Te di todo, cada parte de mí, sigo dándotelo. Un día, la justicia vendrá y te encontrará, ¡Oh, mi pequeño cielo! Estaré justo en tu memoria, para recordarte cuánto te amo’ pensó, mientras las Iágrimas bañaban su rostro.

Mientras tanto en otro lugar…

Cuando Merybeth abrió los ojos, encontró a su esposo a su lado.

Ella sonrió feliz.

‘Que vida tan extraña’, pensó.

‘Mi Señor Antártida… estabas ahí sentado en aquel bar, yo creía que eras cualquier otro. Un juego nada más, y mira cómo ha terminado, buscaba cobre, y encontré oro’, pensó ella al final.

Ella acarició su rostro con sus dedos, como si dibujara sus facciones.

ÉI abrió un ojo y luego otro.

ÉI bufó haciéndola reír.

“¿Qué tanto me ves?”

“¡Es que si eres guapo!”

“Ah, ¿Sí? ¿Y apenas lo notaste?”

“Sí, es que estaba enfocada en otra cosa”.

El abrió los ojos, aún adormilados, y la miró con intriga.

“¿En qué cosa?”, exclamó

“¡En está!”, dijo y tocó su v!rilidad.

Sean soltó un jadeo, sintiendo esa suave caricia.

“Merybeth no enciendas eso, si no lo vas a usar”.

La amenazo.

Ella rio de él.

Luego salió a toda prisa y se metió en el jacuzzi.

Sean, siguiéndola, se sumergió con ella, y la abrazó.

Mientras tanto en otro lugar…

Mary BelI y Octave esperaban en la sala de espera de ese consultorio, cuando apareció Clarisse ante sus ojos.

Octave se levantó y la saludó.

Ambos tenían años sin verse.

Sus miradas lo decían todo.

Eran nostáIgicas.

“Bienvenido”.

“Gracias por tu ayuda, Clarisse, nunca olvidaré este gran favor”.

“No es ningún favor, es como si te devolviera lo que has hecho por mí, en este tiempo”, explicó ella con cierta calma.

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