Ámame maldito CEO
Capítulo 248

Capítulo 248: 

Sean estaba desesperado, casi se estaba poniendo mal humor, hasta que al fin escuchó que abrió una puerta y lo dejó entrar.

“¿Ya puedo quitarme esto?”

“Sí, ya puedes”.

Sean se quitó la vena y miró alrededor con los ojos adoloridos.

Poco a poco se habituó a una luz de velas.

Era una pequeña cabaña, con una gran cama, y tenía un pequeño pastel en las manos, que decía en un pequeño papel:

[Feliz cumpleaños, Señor Antártida].

Todo eso en un dibujo de glaciar.

ÉI miró la hora.

Era la media noche.

“¡Qué exacta!”

Ella saltó a abrazarlo.

“¡Felicidades, mi amor, que cumplas muchos años, hasta sesenta y cuatro!”

ÉI rio de ella y la cargó.

Primero besó sus labios.

Luego mordió su pastel y le dio un poco a ella.

“Entonces, ¿Me secuestraste para celebrar mi cumpleaños?”

“Eeh…”

“¿Esto lo haces con todos los cumpleañeros, o solo conmigo?”

“Haber, déjame pensar”

ÉI la miró con ojos pequeños y se echó a reír.

Parecía que solo tenía planeado eso y nada más.

¡Era una pésima planeadora!

“Solo… contigo”.

Sean sonrió.

Luego abrazó a su cuerpo.

Quería que hiciera todas sus locuras, pero solo con él.

“¿Y mi regalo?”

“Yo soy tu regalo, cariño, no necesitas más que yo”.

ÉI la miró divertido.

“¿Y que me harás para celebrarme?”; dijo estrechando su cintura.

Estaba mirándola de forma lascivia.

“Te daré mucho placer, pero, debes cooperar, ven, desvístete”, dijo acercándolo a la cama que estaba alIí.

ÉI la miró bien, y sonrió.

La obedeció casi al instante, sacándose la ropa con prisa.

Ella, mientras tanto, fue al cuarto de baño.

‘¡Ay, Dios mío! Ayúdame a que no me dé un infarto si sale con un Iátigo’ pensó divertido, ya que toda esta situación era totalmente inesperada.

Merybeth salió del baño usando un camisón rojo.

ÉI la miró con ojos lujurioso.

Todo lo que quería era quitárselo.

Ella tenía una sonrisa pícara, mientras admiraba su hermoso cuerpo.

“Ven”.

“No, acuéstate, que tengo algo divertido para ti”.

“¡Ay, no!”, exclamó asustado, pero obedeció.

Le estaba siguiendo el juego.

Ella tomó la bufanda y mordió sus labios.

Luego tomó sus manos.

“¡No! ¡no!”, se quejó.

“Merybeth, ese jueguito nunca nos sale bien”.

“Pero, hoy sí, te prometo que no te dejaré aquí, ni traeré pirañas”.

“¡Ah! ¡Pirañas!”, exclamó asustado.

Esta vez ella no sabía del todo si era juego o no lo que él decía.

¿Estaba asustado de verdad?

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