Ámame maldito CEO -
Capítulo 241
Capítulo 241:
Merybeth lo miró con enojo.
“¡Tú no te metas!”, le gritó.
“Atiende tus propios asuntos, que son de por sí graves, ¿O acaso no te quedarás sin nada? “, dijo ella con mofa.
“¡¿Cómo te atreves, Merybeth?!”, respondió.
“Luego de todo lo bueno que te hemos dado, nuestra familia siempre fue buena contigo, ¿Es así como nos pagas?”, exclamó Regina.
Merybeth le miró con ojos afilados y furiosos.
“¿Qué has hecho por mí, Regina? Tratarme con educación, solamente, eso no es nada, ahora yo ya sé quien eres tú, y todo lo malo que has hecho, así que no te hagas la persona digna, que no tengo nada de compasión por ti”.
“¡Ten cuidado de como le hablas a mi madre!”
“¡Cállate, Joe! Eres tan traidor y tan pusilánime, que tu voz es como una almohada para dormir, ¡Das flojera! ¡Qué alegría que me hayas engañado con mi hermana! Pude deshacerme de ti, si así de aburrido como eres, también actúas en la cama, bueno, seguro te hubiese pedido el divorcio con rapidez”.
Joe levantó la mano.
Estaba dispuesto a golpearla.
“¡Hazlo Golpéame!, solo eso te falta para ser el hombre más cobarde del mundo, primero acusaste a tu pobre hermano de un delito falso, luego golpeas a tu ex novia, hazlo, me gustaría contarlo al mundo entero”
Joe bajó la mano.
Le tembló demasiado al escuchar esas palabras.
“Por cierto, Sophie, recoge tus cosas y las de tu madre, las quiero fuera de mi casa, ya mismo, venderé está casa y venderé también la empresa, me quedaré con todo el dinero, puesto que mi marido es el accionista mayoritario, y después, cuando tenga mi herencia, tampoco recibirán ni un centavo”.
“¡¿Quién te crees que eres maldita estúpida?!”
“Merybeth, y no soy tu hija, ahora, Arabella, si sabes lo que te conviene, ven al despacho de mi padre y hablemos”.
Arabella bulIía de odio, la siguió con rapidez, y al entrar al despacho cerró con furia, porteando.
Merybeth la miró fijamente, no había odio en su mirada, pero sí burla y desprecio.
“¡¿Qué es lo que quieres?!”
“Lejos de todos, nuestras máscaras ya no sirven, así que, seamos francas, tú no eres mi madre, yo no soy tu hija, y ambas estamos felices por eso”.
“¡Sí! Tú eres una maldita b%starda, siempre lo fuiste, siempre lo serás”.
Merybeth sonrió.
Le gustó escuchar esas palabras.
“Es mejor ser una b%starda que llevar tu inmunda sangre en las venas”.
Arabella le miró atónita.
¿Por qué le respondía así?
¡Cómo se atrevía!
“¿Y dónde quedó tu amor de hija? ¡Fue falso por supuesto!”
“¿Acaso crees que amaría a una mujer maldita que ha destruido mi vida por años, solo por ser mi madre? Nunca, menos ahora que sé que no lo eres, siento alivio”.
“¡¿Qué es lo que quieres?!”
“Dónde está mi madre? ¿Qué le hicieron?”
Arabella dibujó una cruel sonrisa que ella detestó.
“¡Nunca sabrás lo que hice con tu madre! Ese será tu peor castigo”.
“Déjame corregir mi pregunta, ¿Qué quieres a cambio de que me digas donde está mi madre?”
Arabella apretó sus puños con furia.
“Quería toda la fortuna que merecía, todo por lo que soporté verte la cara estos años, pero ahora, me consolaré con saber que sufrirás, con saber que te morirás de angustia sin saber quién es y dónde está tu madre”.
“¡Sé que mi madre es Mary BelI Riley!”
Arabella la miró fijamente, pero su rostro era indescifrable, luchaba por eso.
No quería que ella lo descubriera.
¡No quería darle ni una pista!
“Puede serlo o puede no serlo, vivirás con la duda, Merybeth, y eso no te podrá dejar vivir feliz por el resto de tu vida, tu madre podría estar muerta, o viva, nunca lo sabrás”.
Merybeth la miró con odio infinito.
“Yo también te pegaré donde más te duele, mujer, ¿Querías dinero? ¿Querías una vida de lujos? Bueno, te dejaré sin nada, a ti y a tu malnacida hija”.
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