Ámame maldito CEO -
Capítulo 236
Capítulo 236:
Merybeth tuvo que lanzarse atrás y caer golpeándose al trasero para no ser golpeada, Sean detuvo el auto justo a tiempo.
Estaba tan asustado, creyendo que había arrollado a alguien, salió del auto con rapidez.
Y cuando la vio, sintió como si el alma le hubiese sido de vuelta al cuerpo.
“¡Merybeth!”, exclamó en un grito de felicidad.
Ella abrió los ojos y lo miró impactada.
Luego se levantó como un resorte y se lanzó a sus brazos.
ÉI la cargó a horcajadas, mientras ella lo abrazaba y besaba su rostro con devoción.
“¡Super Sean! Estás aquí y no es un sueño, ¿Verdad qué no?”
ÉI la miraba tan impresionado, negó y sus ojos casi se volvieron cristalinos.
Merybeth volvió a acunar su rostro y besó sus mejillas con fervor, luego de pronto, pellizco su piel con fuerza.
“¡No hagas eso!”, exclamó al ver que se causaba dolor, y ella se quejó
“¡No estoy soñando! ¡Esto es real! Creí que nunca te volvería a ver”, dijo llorando.
Sean la abrazó con todas sus fuerzas y comenzó a besar sus mejillas.
Su cabello, y sus labios, sintió un dolor profundo al escuchar sus palabras, que ella creyera que estaría lejos de él y viviendo una pesadilla por siempre.
Eso rompía su corazón.
No había forma en que él permitiera algo tan cruel.
Unos hombres se acercaron a ellos, estaban dispuestos a llevarse a Merybeth, Sean puso a su mujer detrás de él, se veía tan feroz, y sacó su arma, apuntando a los hombres.
“¡No se atrevan a lastimar a mi esposa, o juro que los mataré!”, exclamó.
Merybeth se escondía tras de él, como si fuera su escudo protector.
La policía llegó y se acercó a ellos.
“¡Suelte el arma, por favor!”
Sean obedeció y entregó el arma a las autoridades.
“Ella es mi esposa, ha estado desaparecida desde ayer, la tenían en contra de su voluntad en el hospital de Park King, estos hombres quieren obligarla a volver”.
“Bien, debemos ir a la comisaría a hacer la denuncia”.
AI llegar, se sentó en actas que aquello era un secuestro, incluso teniendo la firma de Arabella Hansen, quien ahora sería detenida por cómplice de secuestro.
“¿Crees que Arabella sea detenida?”
“No, ella puede usar a Sophie para declarar como su testigo, pero, quedará el antecedente, no te preocupes por ella, te aseguro que no volverá a lastimarte”.
Sean parqueó el auto en casa y bajó para abrir la puerta a Merybeth, la llevó con él.
“¿Cómo te sientes?”, preguntó.
Ella se sentó en el sofá de la sala.
“Estaré bien, ha sido un día largo, muy largo…”
“Te extrañé demasiado, creí que enloquecería”,
Sean se sentó frente a ella, de cuclillas.
“Perdóname por no llegar a tiempo”.
Ella sonrió.
“No importa, estoy bien, estoy aquí, eso es lo que importa, debo decirte algo. Arabella no es mi madre”.
Sean arrugó el gesto confuso.
Sus palabras le sonaron tan extrañas.
De pronto, la miró sorprendido.
“¿Qué? No entiendo, ¿Por qué dices eso?”
“Llegué antes de que… de que Félix muriera, estaba agonizando y lo confesó, sí, sé que parece extraño, que todos pueden creer que es la obra de un moribundo confundido, pera, ¡No! Sean estoy segura de que él dijo la verdad, ¡Arabella Hansen no es mi madre! Lo siento en mi corazón”.
“¡Mi amor…!”
“Por eso nunca me quiso”, dijo con la voz rota por el llanto.
“Una parte de mí, siempre supo que una madre no puede ser así, una madre no puede amar solo a un hijo, y destrozar a otro, pero Félix se murió antes de decir quién era mi madre, y dónde estaba, ¡ÉI dijo que ella no está muerta!”
Sean tomó sus manos.
Podía sentir su ansiedad.
Sin más opciones, besó sus manos con dulzura.
“CáImate, mi cielo, lo sé, sé que es difícil, primero debes averiguar que sea verdad, y después, todos mis investigadores buscarán a tu madre, juro que no descansaré hasta que estés con ella”.
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