Ámame maldito CEO
Capítulo 234

Capítulo 234: 

Merybeth miró a la mujer con desdén.

“No lo creo”.

“¿Por qué?”

“Tu muñeca tiene pelo de animal”.

“¡¿Qué?! ¡No! Te pegaré, ¡Grosera!”

Merybeth se echó a correr con miedo, siendo perseguida por Mary, mientras gritaban, hasta ser alcanzadas por una enfermera.

“¡Basta! Es hora del té”.

Ambas se detuvieron.

“Sí, ¡Amo el té! ¡Bebamos té juntas!”

Merybeth miró a la mujer con frustración.

Sabía que estaba loca, pero asintió.

“¿No ibas a golpearme?”

“¡Es cierto! Hagamos un trato de amor y paz, mientras bebemos té, luego si te golpearé”.

“¡Ah! Bueno, está bien”, dijo Merybeth con ironía, sin nada que perder o ganar.

Tomaron asiento en una de las sillas, frente a mesas blancas, la enfermera servía el té, y Merybeth miró a esa mujer llamada Mary.

Le dio Iástima verla así.

Era aún joven y bella, como para pasar su vida ahí.

De pronto entró en pánico.

¿Ella tendría ese mismo destino?

Observó a la mujer arrullar a su muñeca, y cantarle una canción.

Sintió tanta pena, pero al mirar a un lado, vio que la enfermera había tirado en el suelo un pequeño frasco.

Ella leyó la etiqueta.

Supo que era cefaloridina; y vio como la mujer vertía otro contenido a sus tazas de té.

Merybeth sintió un terror inexplicable.

Se levantó y la miró con rabia.

“¡¿Qué crees que haces?! ¡Estás envenenándonos!”

“¡No! Es medicina para curarlas”.

Merybeth empujó todas las tazas al suelo y lanzó a la enfermera al suelo.

Mary se descontroló

“¡Veneno! No, es ¡Veneno! Fue mi esposo, ¡ÉI te envió a matarme para robar a mi bebé, y mi dinero! No, ¡Félix es malo!”, gritó sollozando y comenzó a golpear a la enfermera.

Luego otros pacientes llegaron y comenzaron a pegar a la enfermera.

Otros enfermeros llegaron, pero también recibieron golpes, era imposible detener a los pacientes que se volvieron agresivos en solo unos segundos.

Todo era un caos.

Merybeth observó en el pasto.

Se había caído un encendedor del bolsillo de la enfermera.

Ella lo tomó y lo escondió entre sus ropas.

Luego corrió alejándose de ahí.

El Doctor Octave entró sin avisar en la oficina de su hermano, quien dirigía el hospital psiquiátrico:

“¿Ahora que te consterna? ¿Por qué entras de esta forma?”

“No hay ningún expediente de Merybeth Hansen, ¿Qué es lo que pasa? ¿A quién cubres? Y no me mientas, sé que cubres a alguien, no quiero pensar lo peor”.

“¿Lo peor? ¿Qué es lo peor?”

“Que tengas a esa mujer a la fuerza, apoyando a criminales y todo por maldito dinero”.

“¡¿Y qué si lo hago?! No es la primera vez, ¿O como crees que tu querida Mary BalI Riley ha durado tanto tiempo aquí, sin visitas, sin cura y sin nada?”

Octave le miró con ojos enormes, incrédulos ante sus crueles palabras.

“¡¿Qué dices?!”, exclamó Octave.

“¿Tú has tenido que ver con que Mary esté mal y nunca se haya podido recuperar en tantos años?”

“Ella nunca saldrá de aquí, solo muerta lo hará”, dijo en tono serio.

“Y cuando lo haga será fuera de aquí y estará tres metros bajo tierra”.

Octave le miró con tal furia que lo golpeó con fuerzas, abalanzándose sobre él.

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