Ámame maldito CEO -
Capítulo 233
Capítulo 233:
Merybeth sintió que todos sus esfuerzos eran inútiles.
Estaba desesperada.
Luego, el hombre la invitó a salir de ahí
“¿Podré irme?”
“Aún no, pero, daremos un paseo por el jardín, haré una evaluación y pronto veremos si puedes volver a casa o no”.
Ella sonrió y aceptó, siguiéndolo.
“¡La paciente no puede salir del cuarto blanco! Es orden del director”, dijo una enfermera.
“Ella saldrá al jardín conmigo, y punto, infórmele a quien quiera”, sentenció el hombre.
Merybeth sintió menos miedo, y caminó al lado del hombre.
Pronto, salieron hasta un jardín hermoso y amplio, con fuentes de agua cristalina, bancas de descanso, había muchas personas por ahí
Octave TarrelI era un hombre de algunos cuarenta y cinco años, aproximadamente, y parecía ser buena persona, aunque Merybeth ya no sabía si podía confiar en otros.
“Bien, cuéntame, Merybeth, ¿Cómo fuiste traída aquí?”
“Es una historia larga y triste, pero la resumiré; fui a ver a mi padre enfermo, y él murió, luego mi madrastra y yo discutimos, ella llamó a unos hombres y me trajeron a fuerzas hasta aquí, quieren hacerme pasar por demente para que ceda la herencia que me corresponde, pero no lo haré, debe decírselos, además, mi esposo es un hombre muy poderoso, él no tarda en venir hasta aquí, es un gran abogado, se llama Sean Hyland”, dijo Merybeth.
Octave la miró con duda.
Su historia, a pesar de su hablar coherente, parecía sacada de una obra de horror, no podía creer que alguien fuera tan cruel para hacer algo así.
De pronto una mujer se abalanzó contra Merybeth y la haló de los cabellos con tantas fuerzas que ella gritó adolorida.
“¡No, Mary! ¡SuéItala-por favor!”, exclamó el doctor, haciendo que la mujer desistiera de su actitud salvaje.
“¿Ella es tu nueva novia, Octave?”
“¿Nueva novia?”, exclamó él.
“¡Claro que no! Es una nueva paciente, Mary, no debes actuar así, ¿Quieres que te castiguen por esto?”
La mujer sostenía entre sus manos una muñeca y negó asustada.
“¡No, por favor!”
Merybeth acariciaba su cabello, Iágrimas corrían por su rostro.
Estaba harta de ese lugar, y de sentirse tan vulnerable.
“¡Discúlpate!”
La mujer bajó la cara, y parecía no estar dispuesta, pero Octave insistió.
“Yo… pensé que eras novia de Octave, pero… me equivoqué…”
Merybeth sintió miedo de la mujer.
Ella debía estar desquiciada, vestía pijamas blancos, sostenía una muñeca en sus brazos, era una mujer de algunos cuarenta y tantos años, de piel blanca y cabellos casi rubios, ojos azul porcelana, era una mujer muy bonita, pero debía estar loca para estar ahí.
“¡Nadie puede ser novia de mi Octave!”, gritó tan fuerte que Merybeth dio un paso atrás.
“Yo no tengo nada que ver con él, yo tengo un esposo”.
“¿Un esposo?”, exclamó la mujer tan sorprendida, y tomó sus manos.
“¿Y dónde está tu anillo?”
Merybeth bajó la mirada con tristeza.
Recordó cuando le dio ese anillo a Sean en una pelea.
“Es una larga historia…”, dijo Merybeth pasando de ello.
“¿Quieres conocer a mi bebé?”, preguntó la mujer bajando la guardia.
“No”, sentenció Merybeth, sorprendiendo a los dos.
“¡Pues te la presentaré de todos modos!”, gritó la mujer.
Merybeth rodó los ojos llorosos, y la mujer arrulló a la muñeca entre sus manos, mostrándosela.
“Se llama Beth, y es mi única hija, es mía, y es hermosa, ¿Verdad?”
Merybeth la vio con cara de miedo.
“Ah… sí, claro sí”
Luego miró al doctor con desesperación.
“¡Déjeme salir de aquí! No estoy loca, bueno, a veces, pero no de esta clase de loca, por favor”, suplicó al Doctor.
“Veré que-puedo hacer, iré por tu expediente, quédate un momento aquí y nada de pelear”.
Ella asintió, y sintió las manos de la mujer sobre su cabello.
“Yo quiero que mi bebé tenga un cabello tan bonito como el tuyo cuando crezca”.
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