Ámame maldito CEO
Capítulo 23

Capítulo 23: 

“¿Y por qué? Eso no lo leí en ningún acuerdo”.

Él la miró severo.

“Responde, Merybeth”

Ella bajó la mirada.

“Porque… porque…”

“Porque fue ella quien te atacó en complicidad con ese hombre, ¿Verdad?”

La voz de Sean Hyland diciendo esas palabras le dieron un escalofrío a Merybeth.

¿Cómo podrá ella aceptar que su hermana la odiaba tanto para lastimarla?

Bajó la mirada con el rostro tan desconcertado y triste.

“Sí, así es”.

“¡Tu hermana debe ir a la cárcel!”

“¡No!”

Exclamó Merybeth dejando a Sean impactado con su respuesta.

“¿Qué?”

“Ella es mi hermana, mi única hermana, ¿Cómo podré hacerle esto a mis padres? No puedo hacerlo… no puedo”

Sean miró bien a Merybeth.

Cualquier otra mujer estaría feliz de saber que sus atacantes serían puestos en prisión, y no podía entenderla.

“Merybeth, debes entender, que, muchas veces, el amor, no tiene nada que ver con la sangre, y que suelen ser las personas que crecieron contigo las que te darán una puñalada por la espalda, y debes defenderte de ellos, debes hacer justicia”.

Merybeth lo sabía.

Pero sus palabras seguían doliendo.

Sus ojos le miraron fijamente, casi cubiertos por lágrimas.

“¡Sé que ella no me quiere! ¡Sé que mi propia madre, incluso mi padre, sé que nadie me quiere, Señor Hyland! Pero yo no soy como ellos, no suelo pagar al odio con odio, lo intenté una vez, y mire como terminé, no quiero, no puedo enviar a mi pequeña hermana a prisión, solo no puedo, ella me odia, y puedo vivir con eso, no volveré a meterme en su camino, eso será suficiente para las dos”

Dijo con amargura, y lágrimas calientes corrieron por su rostro.

Sean Hyland la miró con compasión.

Sintió que su corazón ardía de una sensación que tenía años sin sentir.

Su mano se acercó a su rostro y acarició su mejilla con suavidad y ternura.

Merybeth no lo esperaba.

Incluso se estremeció con miedo.

Pero después al sentirlo, cerró los ojos.

Estaba disfrutando.

Era como si fuera un gatito necesitado.

Pero cuando abrió los ojos, el hombre se había marchado.

Merybeth dormía y sintió como si unas manos calientes tocaran su costado derecho, algo ardía, pero muy poco.

Creía que soñaba.

Pero la sensación cada vez se sentía más y más.

Abrió los ojos, y de pronto vio a él mismísimo Sean Hyland a su lado.

Él estaba limpiando su herida y colocando el ungüento.

Había levantado su blusa, y lo hacía con paciencia.

Ella atinó a moverse.

“No te muevas, o te dolerá”.

Ella sintió como sus mejillas se ponían calientes y se enrojecían.

Estaba avergonzada.

No le gustaba estar a la vista de los hombres de esa manera.

Quizás porque nunca antes tuvo esa clase de intimidad, pero era algo más, menos le gustaba estar tan cerca de ese hombre.

“Puedo hacerlo yo misma…”

Dijo con la voz débil.

Pero, él no le hizo el mínimo caso.

Alzó la vista y clavó su mirada color miel en ella.

Sus ojos eran tan severos y no dijeron nada.

“Y el hombre que te atacó, ¿Lo conoces?”

Ella frunció el ceño y negó.

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