Ámame maldito CEO -
Capítulo 229
Capítulo 229:
“¡Mami!”
Suplicó llorando.
“¡Suelta a mi hija!”
Gritó Arabella.
“Mataré a tu única hija, romperé su cuello delante de ti, y cuando el mundo entero venga, te acusaré de estar loca, nadie probará que lo hice, ¿Quieres saber cómo funciona tener billones de dólares en las manos? Dime, ¡¿Dónde está Merybeth?!”
Arabella lloraba, y tragó saliva.
Sabía que ese hombre no mentía.
ÉI no descansaría hasta encontrar a Merybeth.
Deshacerse de él, no sería tan fácil como lo hizo con Mary BelI Riley.
“Está en el hospital mental de Build Mine, en el centro de Genesee”, dijo nerviosa y temblorosa.
“Más te vale que la encuentre, o te juro que acabaré con las dos, o mejor no, no las mataré, las torturaré, hasta que quieran devolver el tiempo, y no lastimar a Merybeth”.
Sean dio la vuelta y salió de prisa.
“¡Madre!”
“¡Llama a Joe Carson! LIámalo, tiene que ayudarnos”, dijo desesperada.
Arabella dio la vuelta y llamó por teléfono, alejándose de Sophie.
“Va en camino el esposo de Merybeth Hansen, deben sacarla de ahí, está loco, arruinará todo”, sentenció.
“¿Adónde quiere que la traslademos?”
“LIévenla a Park King en Erie, díganle al director que viene de parte de Arabella Hansen, él lo entenderá todo”.
“Bien”.
“¿Ella firmó?”
“No, señora”
Arabella colgó la llamada, lanzó un gruñido de rabia y frustración.
Estaba moleta.
¡Esa chica era demasiado molesta!
Era como una cucaracha.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Merybeth miraba a ese hombre con odio y temor.
“¿No firmarás?”
“No firmaré, ni, aunque me cortes los dedos, ¡Mátame! Pero, mi esposo viene en camino, él acabará contigo, y con todo este maldito lugar”.
“LIévensela de aquí, irá a Park King en Erie”.
Merybeth le miró asustada y la tomaron por la fuerza para llevarla, mientras ella gritaba.
Sean llegó, y solo pudo ver el auto donde trasladaban a Merybeth pasar frente a él, sin embargo, no pudo saber que ella iba ahí dentro.
ÉI entró tan rápido a esa cIínica, y sin pedir permiso, entonces un corpulento hombre se atravesó en su camino.
Lo miró a los ojos con rabia, era alto, y de piel oscura, parecía salvaje, como si estuviera a punto de atacarlo, pero Sean no tenía miedo a nada, ni a nadie.
“¡¿Qué es lo que quieres en mi cIínica, señor?!”
“Mi esposa está aquí, encontra de su voluntad, y te juro que, si no la libera, acabaré con usted”, dijo con voz cruel.
“¿Quién es su esposa?”
“¡Merybeth Hansen!”
“¿Merybeth Hansen? Ah, lo siento, esa loca acaba de escapar, mi gente la buscó sin parar, pero fue inútil, era como una cabra loca sin control”.
Sean lo tomó del cuello de la camisa, mirándolo con aborrecimiento, le dio tal puñetazo, que el hombre fue a dar de sentón contra el suelo.
“¡¿Qué le pasa?!”
“Me pasa que voy a hundirte, tú no sabes quién soy yo, ¡Sé que estás coludido con la maldita Arabella Hansen! Pero, te haré pedazos”.
“iLargo de aquí!”
Sean hizo una llamada, sin despegar su mirada de él.
“¡He dicho que se largue!”
Pasaron unos minutos, y el sonido de sirenas alertó al hombre.
Pronto muchos policías rodearon el lugar, algunos eran detectives.
“¿Qué hacen aquí? No tienen una orden para nada, no he hecho nada”
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