Ámame maldito CEO
Capítulo 227

Capítulo 227: 

¿Qué estaba pasando?

Ella se acercó.

“Un médico… que venga…”

“Ya viene, padre, ya viene”.

Merybeth tomó su mano entre la suya.

“Perdóname, hija, no quiero… morir… no quiero ir al infierno…”

“¡No digas eso, papi, te lo perdono todo!”, gritó ella.

“No pasa nada, yo estaré aquí, no pienses en nada malo, padre; recuerda que los cielos lo perdonan todo”, dijo llorando.

Félix tenía los ojos llenos de Iágrimas.

Se sentía fatal.

La respiración se le iba, y sentía que se quemaba por dentro.

Era un dolor agonizante.

“Escucha, debo… lo siento, debe decirte todo; Arabella, no, ¡Ella no es tu… madre!”

Merybeth se quedó perpleja.

Las Iágrimas corrían por su rostro, mirándolo, no podía creer lo que él decía.

Estaba estupefacta.

¿Eso… era verdad?

¿¡Cómo!?

“¡¿Qué dices?! No, estás mal, padre, estás enfermo, debes estar alucinando”.

“¡No…! Es que, tu madre, ella, no está muerta, nos deshicimos de ella, para estar… juntos, por eso, el dinero es tuyo… porque yo… yo le quité todo a tu madre, y luego la alejé de…”

Merybeth abrió ojos enormes.

“¡¿Qué?! ¿Dónde está…? ¿Dónde está mi madre? ¿Qué hicieron can ella? Por favor, dime”, dijo moviendo su cuerpo.

“Dime, ¡¿Dónde está mi madre?!”

Merybeth observó sus ojos.

Eran ahora tan grandes, pero no había vida en ellos.

Era como si no tuvieran luz.

Ella dio un paso atrás.

Lloró, supo que no lloraba por su muerte, si no por la cruel verdad.

Saber que tenía una madre, una que quizás la amó desde que nació, y la había perdido por culpa de ese hombre y la malvada Arabella.

Sophie abrió la puerta y entró

“El doctor está por llegar”.

“Es tarde, papá ha muerto”, dijo con la voz firme y sin sentimiento.

Sophie se quedó perpleja, y miró.

Luego lanzó un grito atroz y corrió a abrazar su cuerpo.

Merybeth salió de prisa de ahí, bajó la escalera y escuchó a Arabella quien hablaba por teléfono en murmuraciones.

“¿Cómo está tu padre, hija?”

“ÉI está muerto”, sentenció Merybeth.

Sus ojos estaban aún llorosos.

“¡¿Qué?!”, exclamó Arabella.

La mujer intentó llorar, pero ninguna Iágrima salía de sus ojos.

“Ni siquiera lo intentes, dudó que las brujas como tú tengan algunas Iágrimas para derramar”, explicó ella.

Arabella la miró con rabia.

“¡¿Qué dices?! ¿Cómo puedes hablarme así en estos momentos? ¡Eres una rencorosa, vengativa!”, gritó molesta.

“¡Oh, sí, no sabes cuánto! Pero, ¡Tú no eres mi madre! Papá lo dijo todo antes de morir, tú no eres mi madre, ¡¿Dónde está mi madre?!”, exclamó sujetándola de los brazos con fuerza y sacudiéndola, gritándole rabiosa.

Arabella estaba frustrada.

ÉI le había dicho.

¡Le había dicho la verdad!

Obviamente ella no le iba a decir la verdad.

“¡Enloquecida! Estás loca, perdiste la razón soy tu madre”.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar