Ámame maldito CEO -
Capítulo 219
Capítulo 219:
Merybeth miró sus ojos.
Aquello sonaba a una orden, no como una declaración de amor.
Ella lo empujó.
“No”, sentenció.
Ella estaba dispuesta a irse, pero éI volvió a alcanzarla y detenerla.
De pronto un gruñido provino del estómago de Sean con tal claridad que ambos escucharon.
Sean se puso rojo de vergüenza y Merybeth le miro con estupor, pero luego se echó a reír.
“¿Tiene hambre, Señor Antártida? ¿No ha comido?”, exclamo entre mofas.
“No he comida, aunque no lo creas, no he tenido tiempo”.
“Ah, pero, ha tenido tiempo para andar revoloteando como mosca cerca de mí”.
Sean la miró fijamente luego tomó su brazo con fuerza.
“Vamos a comer”.
Ella quiso liberarse, pero al final tuvo que rendirse.
Sean la llevó a otro restaurante, tomaron asiento y éI ordenó comida para los dos, sopa de verduras.
Merybeth no probó su comida y lo miró fijamente comer.
“¿Qué me miras?”
“Quiero el divorcio Sean, déjame ir”.
Sean masticó su comida y luego bebió un poco de jugo.
“No”.
“Yo era para ti solo un contrato, conseguiste la herencia familiar, ahora todo ha acabado, no me necesitas para nada”.
Sean la miró bien.
“Lo has dicho bien, eras, ya no, todo cambió, ahora eres mía, punto y final”.
Merybeth le miró con rabia.
“No me harás cambiar de idea, no quiero estar con un loco que un día hace una cosa y luego otra”, dijo ella furiosa.
“Bien, entonces, ya no haré eso”.
“¿Qué?”, exclamó confusa.
No entendía.
“Sí, ya no diré una cosa y luego otra, seré firme en lo que diga”.
“¡Además, eres como un bipolar, como un tóxico salido de Chernóbil! Eres celoso, y posesivo, eres grosero y petulante”.
“Cambiaré, seré mejor para ti, ya lo verás”.
Merybeth arrugó el gesto, sintió miedo.
“¡Cállate!”
“Bien, me callaré”.
“¿Estás burIándote de mí?”
“No lo hago, estoy dispuesto a hacer lo que quieras para que vuelvas conmigo a casa”.
Merybeth abrió ojos tan grandes.
Estaba sorprendida de sus palabras.
Luego de terminar de comer, Merybeth aún le pidió un poco de fruta.
Sean contestó una llamada y ella llamó a la mesa.
“¡Traiga la salsa más picante que tenga!”, ordenó.
La mesera la trajo enseguida y ella la vertió sobre la ensalada de frutas.
“Ya veremos, Sean, si serás capaz de hacer lo que yo quiera”.
Cuando Sean volvió, y tomó asiento, Merybeth se sentó a su lado.
“A ver, siéntate, querido esposito, come tu postre”.
Sean la miró con recelo y duda.
“¿Qué pasa?”
Ella tomó una cucharada de la ensalada y la llevó a la boca de Sean.
“Nada, quiero consentir a mi amado esposo, ¡Avioncito, a ver, abre la boca grande!”
Sean tuvo sus reservas, la miró con duda, y miró aquella cuchara.
AI final, se resignó a su destino.
Sabía que esa diablilla tenía algo malo planeado.
Cuando sintió el picante que ardía en sus papilas gustativas, lo entendió todo.
“¡Es demasiado picante!”, exclamó bebiendo su jugo.
“Un poquito más, mi amor”, dijo ella trayendo una cuchara.
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