Ámame maldito CEO
Capítulo 21

Capítulo 21: 

Arabella respiró profundo.

“¡Madre, ayúdame! No dejes que Merybeth sea capaz de enviarme a la cárcel”.

“Pero, ¿Quién la salvó? ¿Qué hombre está con Merybeth?”

“No lo sé, madre, pero es ilógico, ¿Cómo es que, si amaba tanto a Joe Carson, ahora tiene un nuevo amante? Pero, no es cualquier amante, es un hombre muy peligroso y poderoso, que la defendió sin miramientos, madre, ¡La detesto! ¿Ves? Ella puede conseguir cualquier hombre importante con solo proponérselo, ¡Por eso tengo miedo de que me quite de nuevo a Joe!”

Exclamó sollozando Arabella la abrazó con fuerzas.

“No, hija, Merybeth no te robará lo que ya es tuyo, recuerda que yo acabé con su malnacida madre, no dudaré en acabar también con ella”

Sentenció Arabella.

Sean Hyland bajó del auto con Merybeth en brazos y la llevó hasta su habitación.

La depositó con suavidad sobre la cama.

La observó, incluso dormida.

Merybeth parecía ser más joven de loque era.

Sean salió de la alcoba y bajó hasta la cocina.

La señora que hacía las labores domésticas trabajaba solo unas horas, y se iba, así que, a esa hora, casi al filo del atardecer, ya no debía estar ahí.

Sean entonces, comenzó a cocinar.

Hizo una sopa de verduras.

Necesitaba que Merybeth estuviera sana.

‘Es solo porque necesito su presencia en el día familiar y así obtener mi herencia, es solo por eso’

Pensó con seguridad.

De pronto su móvil resonó y contestó al instante.

“Buenas tardes, Señor Hyland, no me atrevía a llamarlo, pero, estamos preocupados por usted”

Dijo su asistente personal Lucy.

“Ah, sí, ¿Por qué?”

“Bueno… usted nunca ha faltado a trabajar al despacho, pero, hoy… usted no vino…”

Sean se quedó en blanco.

Fue como si de pronto su mente se detuviera en shock.

Era cierto.

¡Olvidó ir a trabajar!

‘Todo por cuidar a Merybeth…’

Pensó.

“Yo… tuve una emergencia, Lucy, ¿Ocurrió algo?”

“No, señor, lo hemos hecho todo bien, no debe preocuparse, en realidad era solo que estábamos angustiados, pero su primo el Señor Orson, se encargó de atender las citas, en realidad, no era nada urgente”.

“Mi esposa tuvo un accidente, me he quedado a cuidarla”.

“Su esposa…”

Hubo algo en la voz de esa mujer, como angustia que él no pudo detectar.

“Espero que mejore…”

“Llámame si algo más se suscita, hasta mañana”

Sean colgó la llamada, y siguió cocinando.

Pero no podía dejar de pensar en eso.

Olvidó su trabajo.

Él era un adicto al trabajo.

Eso era tan importante que laboraba los trescientos sesenta y cinco días del año, incluso ofrecía una retribución muy buena si algún empleado suyo laboraba en día festivo, obteniendo así un excelente rendimiento.

Cuando la sopa estuvo lista, sirvió en platos y llevó en una bandeja a la alcoba.

Sean entró en la alcoba y vio los ojos de Merybeth abiertos tan confundidos.

“¿Cómo es que llegué del hospital, hasta aquí?”

“Te traje, eres peor que un panda durmiendo, no te despertabas con nada”.

Ella sintió que se ponía roja de la vergüenza y frunció el ceño.

Sean trajo una mesa movible y puso la comida ahí, acercándola.

Ella olió ese aroma delicioso, y lo miró consternada.

“¿Acaso el Señor Antártida preparó mi comida?”

Él la miró con ojos pequeños; casi furiosos.

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