Ámame maldito CEO
Capítulo 20

Capítulo 20: 

Cuando Sean Hyland tuvo los resultados de los análisis se sintió tranquilo al saber que Merybeth iba a estar bien.

Todo estaba bajo control.

“¿Puedo llevarme a mi esposa a casa?”

“Así es señor, puede llevarla a casa, le daremos las medicinas y cualquier cosa, habrá alguien que acuda a su casa para la revisión de su esposa”.

Sean se mostró satisfecho.

Luego fue a la habitación de Merybeth.

Sin embargo, la encontró dormida.

Casi era el atardecer, y Sean firmó el alta.

Él intentó despertarla, pero ella no parecía estar dispuesta.

Merybeth parecía exhausta.

“Bien, me la llevaré así”

Sentenció ante la mirada atípica de la enfermera.

“Si usted así lo quiere, ¿Prefiere que traiga una silla de ruedas?”

Sean pensó al respecto.

Pero el hecho de subirla en la silla y pasearla le daba algo de pereza.

“No, la llevaré en mis brazos, solo espero no lastimar su herida”

Dijo con algo de temor en su voz.

La enfermera lo ayudó para que la sostuviera de un modo en que no dañara su herida.

Merybeth no pesaba casi nada.

Incluso Sean pensó que era demasiado debilucha.

Mientras la enfermera lo miraba con algo de ternura, le preguntó:

“¿Qué pasa?”

Exclamó Sean al sentir su mirada.

“Lo siento”

Dijo ruborizada.

“No siempre se ve a un esposo mimar tanto a su mujer”.

“¿Eh?”

Exclamó aturdido.

Ella pensaba que él era un esposo consentidor.

Pero Sean no se veía de ningún modo de esa forma.

¿Por qué ella pensaba eso?

Cuando lo entendió su rostro se había puesto rojo e ignoró a la enfermera para salir de ahí con Merybeth en brazos.

“Oye, despierta, no te hagas la dormida, Merybeth, ¡Vas a pagármelas al llegar a casa! Eres una bufona y dormilona, ¡Mira lo que has hecho! Todo el mundo nos mira, niña”.

Merybeth movió sus labios en un fruncido que le pareció casi tierno, mientras se negaba despertar, y se acomodó aún más entre sus brazos para seguir durmiendo.

Sean llegó al auto y el chofer lo ayudó a subir.

La imagen le pareció tan rara, como bizarra.

El Señor Hyland nunca parecía un hombre amable.

Ni mucho menos dulce.

Pero ahora parecía muy dispuesto a mimar a su nueva esposa.

Sophie estaba nerviosa.

Caminando de un lado a otro, hasta que su madre Arabella entró y la miró confusa por su afligido rostro.

“¿Qué te sucede, Sophie? ¿Por qué estás así?”

“¡Madre! Merybeth… ¡Merybeth me enviará a prisión!”

Exclamó tan asustada Arabella abrió ojos enormes.

No entendía nada de lo que su hija decía y tomó su rostro entre sus manos para calmarla.

“¿Cómo que te enviará a prisión? Debes decírmelo todo”.

Sophie explicó todo lo que había hecho.

Pero no dijo nada de un amante, en cambió mencionó a Clint como un simple vagabundo al que pagó por hacerlo.

“Pero, ¡¿Por qué hiciste algo así, hija?!”

Exclamó severa.

“Porque esa maldita siempre quiere ser mejor que yo, estoy cansada de que siempre me humille con su belleza y su actitud, ¡La odio!”

Gritó.

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