Ámame maldito CEO
Capítulo 163

Capítulo 163: 

“¡No, no! Señor Hyland, ¿Verdad que no es tan divertido como parece?”

“Oye, solo, hazlo, libérame, está vez será diferente”.

Ella sonrió, y besó sus labios.

Sus lenguas danzaban húmedas, acariciándose.

Había tanta pasión.

Ella estaba encima de él.

“Por favor, suéltame”

Suplicó de nuevo.

“Me voy, Señor Hyland, dejaré la llave sobre la mesa, y sé que sus empleados vendrán a liberarlo”.

“¡No te atrevas!” gruñó rabioso al verla alejarse y tomar la ropa.

Intentó liberarse, pero era inútil.

Ella salió de ahí, casi corriendo.

“¡Merybeth Hyland!”

Ella aún reía de él, y escuchó sus carcajadas.

Sean tenía ojos enormes.

No podía creerlo.

Lo había dejado ahí en la cama, en ese estado y atado.

¡Iba a matarla, si pudiera!

Gritó, bramó, suplicó, pero no había ni rastro de ella.

Sean estaba enojado, pero también estaba riéndose de sí mismo.

Solo quería tenerla ante él.

Ella no podía dejarlo con ese deseo de hacerla suya de una vez y por todas.

Debieron pasar unos diez minutos, cuando Sean escuchó ruido.

Intentó liberarse, pero fue inútil, la puerta se abrió, y vio su carita asomándose.

“Holi, ¿Está bien, Señor Antártida?”

Él tenía ojos furiosos y pequeños.

“Merybeth Hyland, ¡Libérame!”

Ella entró y caminó cerca de la cama, llevaba un camisón de seda, que parecía haber dejado ahí antes de irse.

“¿Por qué está tan frustrado? ¿Verdad que no es bueno quedarse con las ganas?”

“Solo libérame, por favor, no haré nada, no te lastimaré, ni me enojaré, solo quiero liberarme, me duelen mis muñecas”.

“¿Y cómo puedo confiar en ti?”, exclamó.

En realidad, si tenía miedo de que la castigara.

Una parte de ella le había dicho que se había pasado un poco.

Pero otra parte de ella… ¡Le decía que se lo merecía!

“Lo juro, confía en mí”.

Merybeth titubeó, pero al final tomó las llaves, y lo liberó.

Primero una mano y luego la otra.

Sean estuvo libre.

Por fin, tocó sus muñecas que dolían, luego la miró.

Ella tuvo un miedo latente, y se echó a correr tan rápido para salir de ahí, pero Sean casi voló, empujando la puerta para que no saliera.

Ella lanzó un grito, cuando él la tomó entre sus brazos y la devolvió a la cama.

“¿A dónde vas, diablita? ¿Creíste que ibas a liberarte de mí?”

“¡Dijiste que no me harías daño!”

Él sonrió.

“¿Te divertiste? Porque ahora es mi turno”

“¿Tu turno?”

Sean miro su vestido.

Levantándolo suavemente, ella no tenía nada debajo, y eso fue más excitante.

Ella pudo ver la dureza de su v!rilidad.

Sintió que le faltaba el aliento.

“Señor Hyland, ¿Me calentará y me dejará con las ganas?, ¿O usará su lengua para complacerme?”.

Él besó sus labios.

“Haré todo lo que se me dé la gana, Merybeth, porque eres mía, hoy y siempre, solo eres mía”, dijo con voz posesiva.

Le quitó el vestido en un santiamén, lanzándolo al suelo, y luego la empujó a la cama.

Ella sintió que su corazón latía tan rápido, que iba a explotar.

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