Ámame maldito CEO -
Capítulo 162
Capítulo 162:
“¿Qué tanto me miras?”, exclamó Sean el descubrir el escrutinio del que era víctima.
Ella sonrió divertida.
Sin dejar de verlo, no podía evitarlo.
“Yo, nada, es que, si eres guapo”, dijo recorriendo su cuerpo con su mirada.
Sean sonrió con un gesto de burla.
Él terminó de desvestirse, hasta quedar completamente desnudo.
“¿Y qué parte te gusta más?”, dijo con la voz llena de lujuria, y ganas de hacerla suya.
Su p$ne latía de tanto deseo.
“Ah, ¿Es que puedo elegir?”, exclamó divertida, mientras él se acercó como un depredador a su presa.
Ella lo miró, su sonrisa se esfumó.
Fue como si todos sus sentidos despertaran en su piel.
Ella estaba sentada sobre la cama, y él se acercó, tomando su mano, llevándola hasta su abdomen, para que lo acariciara lentamente.
Un rubor cubrió las mejillas de Merybeth, sus manos tocaron su v!rilidad erecta.
Él lanzó un suspiro de goce.
Ante su toque, sonrió, con diversión, al saber lo que lograba.
“Creo que está gran parte, me gusta más”, dijo sintiendo que algo en su cuerpo latía, que estaba encendiéndose como una fogata.
“¿Sí?”, exclamó con los ojos oscuros.
“Vamos a comprobarlo”.
Sean tomó de sus cabellos con fuerza, empujando su rostro hacia atrás, mientras tomaba su p$ne er%cto, para introducirlo en su boca.
Fue un acto tan sorprendente, que Merybeth apenas pudo entenderlo.
Abrió su boca casi por inercia, mientras lo succionaba, observando como ese hombre se retorcía de placer ante ella.
Merybeth se detuvo.
Tras complacerlo, lo miró severa con algo de burla en su rostro.
“Ahora serás atado, Señor Antártida, no vas a escapar”.
Sean rio de ella, pero se tumbó sobre la cama.
Ella se acercó a sus muñecas, y finalmente lo esposó a los barrotes de la cama.
Lo había hecho.
“¿Qué has hecho conmigo, Merybeth?”, exclamó con un suspiro en sus labios.
Merybeth sonrió ante él, y lo besó suavemente.
Él quería más, pero ella, tan mala, se alejó de él.
Merybeth se desnudó ante su vista.
Los ojos de Sean la devoraban con lascivia y deseo.
Hubiese querido ser libre, para tomarla entre sus brazos.
Podía imaginar todo lo que haría con ella, pero debía resignarse.
Estaba tan excitado, su p$ne lo demostraba.
Merybeth se puso de cuclillas sobre la cama.
Su mano tomó su glande, masajeándolo suavemente.
Sean sintió tanto placer, jadeó al sentirla.
Ella comenzó a darle se%o oral.
Su boca succionó su v!rilidad, sentía su humedad, disfrutando.
Sean estaba tan encendido, viéndola como le daba ese placer tan delicioso.
Luego cuando abandonó esa zona sus labios recorrieron su torso él se estremecía ante sus caricias.
Eran una gran tortura.
No podía más.
Sentía cómo todo su cuerpo temblaba.
Su mano volvió a masajearla, y él temblaba.
“Por favor…”
“¿Por favor? Señor Hyland, qué bonito suena cuando súplica, me gusta”.
Merybeth puso su pecho en su boca, y él pudo chupar de sus pezones como si fuera un bebé sediento, mientras ella jadeaba.
“¡Suéltame ya!”, exclamó en un grito.
No podía más.
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