Ámame maldito CEO -
Capítulo 160
Capítulo 160:
Una sonrisa de lado se formó en el rostro de Sean, era tan seductora, alzó las cejas.
“Quédate está noche, Merybeth, prometo que, si te quedas, haré que te quieras quedar para siempre”.
Merybeth lo miró con sorpresa.
Sintió que su tono de voz era sensual, la hizo estremecer.
¿Cómo era posible que tuviese ese efecto en ella?
Había olvidado todo, y solo estaba concentrada en él.
Tragó saliva para resistirlo.
“Solo una noche, Señor Hyland, me quedaré solo está noche, y mañana me iré, solo lo hago, digamos que, porque tengo ganas”, dijo.
Él sonrió.
Sus manos estrecharon su cintura, y ella sintió como sus labios se acercaban peligrosos a los suyos.
“¿Tienes ganas de mí?”
Merybeth sitió que su cuerpo era como de gelatina entre sus manos.
No dijo nada, no podía.
“Yo también tengo ganas de ti, te extraño”
Merybeth abrió ojos enormes.
¿Acaso el Señor Antártida dijo que la extrañaba?
Ella pensó que eso era como dar un paso gigante en el hielo, sin congelarse.
“Solo una noche, Señor Antártida, no se haga falsas ilusiones”, dijo ella, fingiendo algo de desdén.
Alejándose y subiendo la escalera, él esbozó una sonrisa feliz y la siguió.
Merybeth entró hasta su recámara anterior.
Cuando se puso al pie de la cama, no pudo evitar recordarlo todo.
Ella ahí, atada, él burlándose de ella, y sus lágrimas cayendo por su rostro.
Sintió un frío en su pecho.
Las manos de Sean estaban sobre sus hombros.
Él supo qué ella pensaba en ese día.
“Creo que esa noche fue muy mala, leí tus mensajes, y luego enloquecí, estoy arrepentido, lo siento, si sirve de algo”.
Merybeth lo miró con el ceño fruncido.
Luego lo vio de arriba abajo.
“¿Vinieron los extraterrestres cuando me fui, y te lavaron el cerebro? Pareces otro, Sean Hyland, Tú, ¿Disculpándote? Es como si estuviera a un paso del fin del mundo”.
“Oye, no soy el monstruo que te has inventado en tu cabeza, reconozco cuando me equivoco, sé que ese día no fui la mejor persona del mundo”.
Merybeth bajó la mirada.
“¿Y qué crees que cambió? ¿Por qué mis intenciones podrían no haber cambiado? Quizás quiero lo mismo que antes, y estás cayendo de bruces en tu propia trampa”.
Sean se acercó a ella, y la miró fijamente.
Merybeth tuvo miedo de su mirada tan brillante.
“No sé, tal vez, reflexioné estos días solo, tal vez también quiero lo mismo que tú”.
Él intentó besarla, pero ella giró el rostro, a tiempo, volteó su mirada a la cama, y abrió el cajón de lado.
Observó las esposas y la llave.
Sonrió con una idea divertida en su interior.
“¿Quieres que te perdone? Bueno, entonces, tendrás que dejarte atar por mí”.
Sean borró su sonrisa.
“¡Estás loca!
“Sí, pero ese no es el tema, entonces, ¿Te dejas esposar por mí?”
“No, ni muerto en vida, no lo haré”.
“Bien, entonces, me largo”, dijo ella, dejando las esposas sobre la cama.
Sean la vio caminar tan segura, dispuesta a irse de su lado.
“¡Espera!”, exclamó al verla en el pasillo, casi bajando la escalera.
Sean sostenía las esposas con la llave.
“Está bien, tú, ganas”.
Ella le miró perpleja.
No esperaba que se arrepintiera.
¿Dónde estaba su colosal orgullo?
¿De verdad había aceptado?
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar