Ámame maldito CEO -
Capítulo 159
Capítulo 159:
“Sí”, dijo Sean con los ojos brillantes de ese odio.
Joe bajó la mirada con dolor.
No lo podía creer.
¿Cómo su hermano se había convertido en eso?
¿Qué había hecho mal?
“¿Olvidaste que somos hermanos?”
“Yo… ¡Yo no tengo hermanos! Lárgate”, dijo con voz severa.
Joe dio la vuelta.
Sus palabras dolían.
Subió al auto, sintió las lágrimas caer por su rostro y manejó lejos de ahí.
Sean respiró profundo.
Necesitaba recuperar el aire.
Una vez que lo hizo, entró en la casa, y cerró bien la puerta.
Estaba convencido de que nadie entraría, ni saldría esa noche de ahí.
“¿Merybeth?”, exclamó Sean, pero ella no contestó.
¿Dónde estaba?
¿Estaba bien?
¡Tenía que encontrarla!
Sean se sintió frustrado y comenzó a buscarla.
Pero… ella no estaba por ningún lado.
Enloqueciendo, temiendo que se hubiese ido, no quería estar solo, maldijo entre dientes, cuando de pronto, ella saltó desde atrás de la puerta de una habitación, donde estaba por entrar.
Saltó como un pequeño conejo.
“¡Bu!”, gritó, haciendo que Sean retrocediera, sorprendido.
La miró impactado.
“¿Qué crees que haces? ¿Jugando a las escondidas, conejita?”
“Huy, ¡Qué amargura, Señor Antártida! ¿Quién lo hizo enojar? Era Joe Carson, ¿Qué quería?”, titubeó temerosa.
Sean se quedó preocupado.
Pensó en Anne.
Si Merybeth supiera de ella…
Si supiera la trampa que estaba creando… ¿Lo odiaría?
¿Quizás sería motivo suficiente para exigir el divorcio y alejarse de él?
Tuvo miedo de perderla.
“Alguien ha demandado a Los Carson, presiento que él cree que hemos tomado el caso como una represalia por lo que pasó con tu familia, pero ha enloquecido”.
Merybeth sonrió divertida.
“Ojalá que ganes el caso, me encantaría verle la cara de la derrota, aunque últimamente su cara es así todo el tiempo”, espetó divertida.
“¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso lo has visto?”
Las palabras de Sean sonaron como a un reclamo.
Merybeth recordó aquella vez en el Puente de Balí.
“Me refiero a antes, siempre ha tenido ese rostro de tonto”.
Sean rio de sus palabras.
“Ya debo irme”, dijo ella, y su voz lo consternó.
Él cerró su camino, interponiéndose ante ella, impidiendo que saliera.
No quería que ella saliera de allí.
No ahora.
No en este momento.
¡Primero tenía que acabar con ellos!
Merybeth le miró con sorpresa
“¿Qué haces, Señor Antártida?” exclamó.
Él sonrió con algo de malicia en su rostro.
“No te puedes ir, tenemos algo pendiente”.
Ella le miró con ojos pequeños.
“No hables de lo que no cumples, Sean, o me burlaré de ti”.
“¿Me estás desafiando?”
Ella rio de él.
“No me quedaré; pero puedes convencerme, inténtalo”.
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