Ámame maldito CEO -
Capítulo 158
Capítulo 158:
Sean no esperaba ver a ese hombre en su casa.
Se puso pálido como una hoja de papel y titubeó.
Sintió que podía arruinar sus planes.
Cuando miró atrás, Merybeth no estaba ahí.
Quizás era por la violencia de ese hombre, o quizás era por ser el prometido de su hermana que se había alejado, pero eso era bueno.
Sean tuvo temor de que los Carson vieran revelados todos sus grandes secretos, porque los conocía.
Si sabían que Merybeth era su debilidad… ¿La usarían para causarle daño?
¿Podrían lastimarla para que él hiciera lo que ellos deseaban?
El pasado era el claro ejemplo de lo que podían hacerle, y Sean tuvo miedo.
Él tomó a Joe del cuello con rabia.
“¡¿Tú qué demonios haces aquí?!”
Sean lo empujó con fuerza y lo hizo salir de la casa, cerrando la puerta, alejándolo completamente de ese lugar.
No quería que estuviera allí.
Por lo menos, no con ella.
“¡¿Cómo has podido hacerme esto?!”, exclamó Joe con la voz rota.
“¿Sabes que recé en una tumba falsa? ¿Sabes lo triste que estuve al creer que estabas muerto? ¿Acaso eres un hombre con un corazón de piedra?”, exclamó furioso.
Sean esbozó una risa sarcástica.
“Me alegro tanto, sí, esa fue mi idea, ¿Qué esperabas? ¿Crees que tendré compasión de ti, cuando en todo este tiempo, luego de lanzarme a los lobos, ni una vez pensaste en mí?”
“¡Hermano!”, exclamó Joe con el rostro endeble, y los ojos brillantes de tristeza.
“¿Hermano? ¿Cómo te atreves a llamarme así?”
Sean mordía sus palabras con rabia.
“¡Yo no soy tu hermano! Tú me traicionaste, ahora puedo verlo-tú solo querías deshacerte de mí, ¿Qué pasa? ¿Estás decepcionado de ti mismo? No pudiste, nunca podrán hacerlo, te lo aseguro, Nunca podrán volver a dañarme”.
“¡No! Sean, jamás quise lastimarte, mi madre me convenció de que tú eras culpable, que yo debía cumplir con mi deber cristiano, perdóname, Sean, creí que era culpable, ahora sé que eras inocente”.
Sean le miraba con gran rencor.
Él no creía en Joe.
No podría creer en ningún Carson.
Sus manos eran un puño rabioso.
“Nada de lo que digas tiene valor para mí, Joe, estuve un año en prisión, pagando por un delito que no cometí, nadie me escuchó, ni una vez, ¡Ni una maldita vez fuiste a verme! Y luego, tú y tu familia, dijeron que yo cedí mi herencia, ¿Acaso eres tonto, Joe Carson? No respondas, todos sabemos que eres un imbécil”, espetó.
“Nunca te hubiese cedido la herencia, mi abuelo me lo dejó todo a mí, él no te quería a ti, ¿Qué hicieron? Me robaron todo, hasta la libertad, todo por dinero, bueno, ahora, he vuelto de la muerte, ¡Lo he hecho tantas veces! Les quitaré todo lo que me robaron”, sentenció completamente con rabia.
“¡Mírate, estás lleno de odio! ¿Quién ha propagado ese fuego que te quema el interior?”, preguntó preocupado.
Le dolía ver a su hermano así.
Joe alzó la vista a la casa, mirando por encima.
“¿Merybeth y su esposo están ahí dentro? ¿Acaso ellos te han hablado mal de mí y de mi familia?”, preguntó confundido
Sean abrió ojos enormes.
Fue como si hubiese tocado una herida.
Lo tomó del cuello con fuerza, con rabia.
Fue como si tuviera miedo, y solo lanzara un golpe defensivo.
“¡Escúchalo bien! No te atrevas a meterte con Merybeth, ni con su esposo”.
“¡Entonces, ellos están detrás de esto!”, exclamó Joe, muy seguro de sus palabras.
“¡No! Hyland y asociados llevan mi caso, ellos me han ayudado, incluso está casa, me la prestaron, ¿Por qué? ¿Lo olvidaste? Me dejaste sin nada, si no fuera por ellos, ¡Estaría en la miseria absoluta! No te atrevas a meterte con los Hyland, ni con Merybeth, ella no está aquí, está lejos, con su esposo, olvídate de ella, olvídate para siempre, también de mí, solo te veré en el juicio, donde te dejaré sin nada, como estabas antes”, espetó.
Sean soltó a Joe y él dio un paso atrás.
“¿Tanto me odias, Sean?”
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