Ámame maldito CEO -
Capítulo 157
Capítulo 157:
“¡¿Qué haces?! ¿Enloqueciste? No, siempre eres un loco, ¡Bájame! Libérame”, exclamó, pero él condujo, sin que ella pudiera detenerlo.
Pronto, llegaron hasta la casa.
Merybeth no podía creerlo posible.
Ella juró no volver, y ese hombre la traía ahí.
Él bajó del auto, y ella no quiso hacerlo.
Entonces, él la cargó en sus brazos, y la llevó adentro.
Ella estaba impactada de su actuar.
¡Definitivamente estaba loco!
Entraron y él cerró la puerta.
“¡Bájame, Señor Antártida!”
Sean obedeció.
Ella lo miró, a punto estuvo de abofetearlo, pero él detuvo su mano antes de que conectara con su mejilla.
La acercó a su cuerpo.
Estaban tan cerca.
Él era tan peligroso para sus emociones.
Volvió a besar sus labios, ella manoteó, quería hacerse fuerte, pero era imposible no ceder ante lo que él le hacía sentir.
Su beso era urgente, desesperado; apasionante, la dejaba sin aliento, la encendía por completo, su lengua acariciaba la suya, la besaba como si pudiera enloquecerla.
“Te necesito…”
Balbuceó él, entre sus labios.
“¿No es suficiente para que te quedes?”, dijo con los ojos brillantes, casi con una súplica en su mueca.
Ella jadeó y lo miró, sintió que él la derretía.
Pero no, no era suficiente.
Merybeth quería más.
“No… no es suficiente…”
Él volvió a besar sus labios con lujuria, con deseo.
Sus manos recorrieron su espalda, bajaron más, y levantó su vestido.
Sus manos acariciaron sus glúteos en círculos tan suaves que la hicieron temblar de excitación, luego dejó sus labios, besando su cuello, su lengua húmeda la acariciaba, ella sentía que estaba a punto de ebullición.
“Merybeth, te am…”
El sonido del timbre resonó, interrumpiendo.
“¡Maldita sea!”, exclamó Merybeth tan frustrada y enojada.
No lo podía creer.
“¡¿A quién esperas?!”
“Yo… a nadie…”, dijo él, nervioso.
“Seguro de que es ella, es la mujer que te tomó la mano en el restaurante”, dijo tomándolo del cuello de la camisa con rabia.
Sean puso ojos en blanco de fastidio.
Era imposible que Anne estuviera ahí.
Ella no sabía dónde vivía.
“No, déjame demostrártelo”, aseveró desesperado.
Odiaba que lo viera con esa decepción en sus ojos.
Sean camino a abrir la puerta.
Merybeth arregló su vestido y caminó alejándose de la puerta, para no ser vista, y esperar a ver quién era.
Él abrió y empujaron la puerta con violencia.
“¡¿Tú?! ¿¡Estás aquí?! No era mentira, ¡No estás muerto! ¡Estás vivo!”, exclamó Joe Carson con voz desesperada.
Merybeth escuchó esa voz.
Era él.
¡Joe Carson estaba ahí!
Sintió un miedo que la congeló, pero atinó a correr y se escondió en la cocina.
Tuvo mucho miedo de que la viera ahí, y ni siquiera estuvo segura de tener una razón para temerle realmente.
¿Por qué se escondía?
¿Qué le causaba esta necesidad de querer esconderse de él?
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