Ámame maldito CEO
Capítulo 156

Capítulo 156: 

Jane abrazó a Merybeth.

“Espero salir bien de todo esto”.

“Bueno, ahora, ve a casa y descansa, yo ahora, seguiré trabajando en la propuesta”.

Jane sonrió

“Lo harás increíble, estamos generando muchos ingresos, tu sueldo será muy bueno”.

Merybeth sonrió.

Por la noche, ella estaba por irse.

Salió para abordar Un taxi, pero al hacerlo se encontró con Sean Hyland esperándola afuera.

Él bajó del auto y caminó tras ella.

“¿Qué quieres aquí?”

“Venía a hablar con Jane”.

“Ella no está, vuelve mañana”, espetó dispuesta a irse, pero él la detuvo.

“Espera, ¿Por qué tienes tanta prisa? Te traje algo”

Ella miró aquella barra de chocolate, y sonrió con burla, pero la tomó en la mano.

“Recordé que amas el chocolate, así que te compré una barra”.

“¿Tiene veneno?”, exclamó.

“¡No!”, dijo enojado de que no valorara su obsequio.

¿En serio lo veía capaz de hacer algo como eso?

“¿Qué pasa, Señor Antártida? ¿La nueva conquista se dio cuenta de que eres tan amargado y te echó fuera?”, exclamó sarcástica, y cruel.

Él la miró y negó.

“No tengo ninguna nueva conquista, no hay nada de eso, ya te lo dije, es un negocio, pero ya va a terminar, y pronto todo volverá a ser como antes”.

Merybeth arrugó el gesto.

“¿Cómo era antes?”

“¿Por qué no vuelves a casa?”

Esta vez su voz sonaba diferente.

Había algo de calma en Sean, que la asustó.

“¿Me extrañas?”, dijo mirándolo a los ojos.

“Si digo que sí, ¿Volverás?”, exclamó con la mirada endeble.

Ella sonrió con burla.

“No lo haré, no volveré, ahora estoy a gusto; he pensado mucho en eso, ¿Sabes? No debí aceptar ser tu esposa, fue un error un gran error”.

Sean la miró perplejo, sintió que sus palabras dolían.

“¿Qué dices?”

“Que estaba muy enojada cuando acepté ser tu esposa, creí que no tenía nada, ni nadie, no sé, sentía que no iba a salir adelante por mí misma, nunca, pero ahora, me doy cuenta de que puedo hacerlo, no te necesito, así es, Señor Hyland, ahora dame el divorcio, consíguete a otra chica para que te acompañe, mira, hasta te bajo una app, donde te consigues a una mujer mejor que yo”, explicó ella molesta.

“¡Merybeth!”, exclamó Sean con rabia, mordiendo su nombre entre sus labios.

Él tomó su rostro y besó sus labios con pasión, y furia.

Ella no pudo detenerlo.

Sus labios parecían feroces.

Ella tuvo que ceder, porque Sean era demandante.

Sus manos bajaron, y estrecharon su cintura.

Ella colgó sus manos a su cuello; sus lenguas se acariciaron.

Ella sintió que perdió el control de su cuerpo, que cedía a él con tal facilidad.

Cuando abandonó sus labios ella recuperó el aliento, sintió sus besos sobre su cuello y ella tuvo que contenerlo.

Estaban en una vía pública para sus ardientes muestras de afecto.

“¡Basta, Sean! Aléjate”.

“¡No! ¿Sabes qué? Vienes conmigo”, sentenció.

De pronto la tomó del brazo y la subió al auto.

Apenas entró, cerró la puerta, de modo que no pudo salir.

Él subió al asiento del piloto.

¿Qué estaba pasando?

¡Ella no creía que él actuara de esa manera!

¿Se había vuelto loco?

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