Ámame maldito CEO
Capítulo 154

Capítulo 154: 

“¿Cómo es eso posible?”; exclamó Joel conmocionado.

“Al menos, que no esté muerto, o que haya dejado a alguien a cargo, tal vez un hijo, ¡O una esposa!”, exclamó Regina con temor.

“Mañana es la primera audiencia; ¿Cómo es posible que haya ocurrido tan rápido? Parece como si tuvieran todo a favor”.

Regina se alejó con ellos, caminó hasta la biblioteca, y cerró con rapidez.

La mujer tenía las manos en un puño de rabia.

No lo podía creer.

“¡Maldito! ¡Maldito Sean! ¿Cómo es que después de tanto tiempo sigues siendo una piedra en mi camino? Juro que te arrepentirás, incluso si ahora estás en el mismo infierno, pero si estás vivo, juro que te enviaré al peor de los destinos”, sentenció Regina.

Mientras tanto en otro lugar…

Orson llevó a Jane hasta la orilla del mar.

Caminaron descalzos sobre la arena, sintieron la suave brisa, había un silencio entre los dos, pero Jane lo rompió.

“¿Qué hacemos aquí, Orson? Estoy perdiendo el tiempo, tengo tanto trabajo en mi empresa”, dijo con molestia.

“Sí, lo sé, lo sé, tú eres una mujer poderosa e independiente, yo no te robaré nada de eso, y el bebé tampoco, al contrario, él estará orgulloso de tener una madre tan fuerte”.

Jane sintió que sus palabras le causaban conmoción.

Quería que se callara, que no revolviera más sus emociones.

“Tú tienes una novia, piensa en ella, no quiero que por mi culpa arruines tu vida”.

“No, Jane, yo no tengo ninguna novia, Lucy era la mujer que me gustaba, pero ella estuvo detrás de mi primo por mucho tiempo, luego de que él la rechazó, ella me hizo caso, pero, ayer terminé todo con ella, le deje claro que ahora mi vida ha cambiado, que me dedicaré a ti, y a mi hijo en cuerpo y alma, no hay lugar para nadie más”.

“¡Estás loco!”; exclamó Jane.

Estaba pensando si eso no era lo más absurdo que había escuchado decir a un hombre, porque era todo lo que una mujer quería escuchar, aunque ahora le sonaba casi tenebroso.

“¿Sabes? Mi padre murió cuando yo tenía diez años, siempre nos llevaba al mar cuando estábamos molestos, vivíamos cerca, decía que, ninguna decisión podía tomarse si el alma no estaba en paz, porque nunca sabrías si la habías tomado con la nobleza del alma. Él decía que el mar, el cielo, la arena; te conecta con la esencia del universo, eso solía creer”.

“Parece que tu padre era un hombre muy sabio”, dijo Jane.

Ella bajó la guardia y lo escuchó con atención.

“Sé que tienes miedo, Jane, yo también lo tengo, pero no me iré, no te abandonaré, menos a mi hijo, nadie nace siendo un buen padre. En realidad, ser padre es la única tarea que siempre sabrás que harás mal, y eso es bueno, yo también tengo miedo de equivocarme, pero, sé que todo estará bien”.

“¿Cómo lo sabes?”

Él miró a sus ojos.

Jane pensó que brillaban como dos luceros.

Él se acercó a ella, reduciendo toda la distancia entre los dos.

Sintió que él miraba su rostro con ternura, que veía sus labios con deseo.

Ella sintió que le faltaba el aliento.

No sabía que era lo que quería, pero su mirada sobre su rostro, se sentía bien.

“Confío en mí, confío en la vida, en que pase lo que pase, lo voy a enfrentar con valentía”.

Él tomó su mano.

“Orson…”

“No puedo obligarte a hacer algo que no quieres, pero estoy seguro de que harás lo que te dicte tu corazón, así que, te dejaré pensarlo, solo hagamos una promesa, decidas lo que decidas, incluso si decides que nuestro hijo no debe nacer, me lo dirás antes de hacerlo, ¿Lo prometes?”

Ella asintió.

“Pero, tú, también, ¿Prometes que respetarás mi decisión?”

Orson bajó la mirada y liberó un suspiro.

Eso dolía, pero supo que no había otra manera.

“Está bien, lo prometo, respetaré tu decisión”.

Ella soltó su mano.

Se miraron fijamente por unos segundos, escucharon el ruido de las olas, el viento fresco que los envolvía, el sonido de las gaviotas.

Era una promesa que los unía, como aquel bebé creciendo en el v!entre de Jane.

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