Ámame maldito CEO -
Capítulo 148
Capítulo 148:
Quería callarlo, pero era imposible.
“Eh…”
No pudo articular ni una sola palabra.
Sean no quería parar.
¡Sabía que debía parar! O estaba seguro que la tomaría ahí mismo, porque su cuerpo, su v!rilidad, su piel, su alma se lo exigía.
Aun así, continúo hablando.
“Quiero tocarte donde ningún hombre ha tenido el privilegio de tocarte y darte tanto placer como nunca creíste posible soportar”
Finalmente terminó de hablar, con el cuerpo tenso aún sobre ella, tembloroso, esperaba la respuesta de ella, pero Merybeth sentía que no podía hablar, que ese hombre era capaz de hacer que su cuerpo fuera autómata, que ella lo deseara como al dulce más delicioso.
“Eso no pareció la última vez, yo estaba en tu cama, tú solo me dejaste ir”.
“Bueno, tenías razón, soy un tonto, ahora si te tuviera de nuevo, creo que no podrías dejar esa cama en toda la vida”.
“Pero, ya no me interesa”, sentenció altiva.
Intentó enfriar su cuerpo.
No quería que sus calientes palabras la rindieran a él.
“Ya te lo dije, Sean Hyland, yo quiero el divorcio, punto y final, por favor, déjame ir, ¿Por qué no me quieres liberar de ti? ¿Es por tu ego?”
Él sonrió, y la miró fijamente.
Luego puso su frente contra la suya.
Eso fue tan enloquecedor, ella intentó resistir, pero era inútil.
“¿Sabes por qué? Tú tienes la culpa diablilla, dijiste algo que no debías, ahora esta es tu penitencia”.
Merybeth arrugó el gesto confusa.
Estaba… sin entender.
“¿Qué? ¿De qué hablas?”
Sean esbozó una sonrisa, que era maliciosa.
“Dijiste que me amabas”
Sean besó sus labios, Merybeth intentó detenerlo, pero él tomó sus manos entre las suyas.
Ella no pudo más manotear, ni excitarlo más.
Su lengua se abrió paso por su boca, y fue inevitable que cediera.
Él era como un fósforo y ella era el viento.
Sus lenguas danzaban entre la humedad.
La piel se erizaba, había tanta pasión.
Él detuvo el beso, tan despacio, que pudo notar como ella quería un poco más.
Él sonrió, la miró fijamente, pero había tanta seguridad en su rostro.
“¿Quién puede dejar ir el amor de una mujer? Tú me amas, lo justo es que te quedes a mi lado, para amarme por siempre”.
Ella se alejó, empujando su cuerpo tan lejos de él.
Como pudo, él sonrió y la liberó.
“Te dejaré que estés lejos de mí, solo por ahora, Merybeth, porque aún tengo que arreglar unos problemas, pero, más pronto de lo que piensas, deberás volver a casa, a mi vida y a mi cama”, explicó con una sonrisa.
Sean dio Ja vuelta, dejándola perpleja.
“¿Y si me niego?”
Él se giró a mirarla y sonrió.
Tenía una actitud de ironía, un gesto de triunfo que Merybeth odió.
Hizo que tuviera escalofríos al verlo en esa-pose tan suya y tan engreída:
“¿Negarte a mí? ¡Eso sería imposible!”, sentenció y se fue tan rápido, dejándola con el corazón atormentado.
Ella estuvo segura de que el Señor Hyland, nunca iba a dejarla ir de su lado, conseguir el divorcio sería una botella difícil de ganar.
…
Sean tocó la puerta del apartamento de Orson Hyland, cuando la puerta se abrió esa mujer apareció vestida con un ligero camisón y una bata.
“Hola, Sean”, dijo con un tono burlón, casi sensual, solo verla fue aberrante para Sean.
“¿Qué demonios haces aquí, mujer? ¿Así que viniste por un Hyland? Nunca te conformarás con nada, ¿Verdad?”, exclamó severo.
Ella sonrió.
“¿Estás celoso?”
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