Ámame maldito CEO -
Capítulo 145
Capítulo 145:
“Nunca volveré, puedes hacer lo que quieras, pero la única forma en que vuelva, es que me lleves a fuerzas, como los cobardes”.
“Nunca digas nunca, Merybeth, podrías terminar tragándote tus propias palabras, y no te gustará”, resaltó él.
“No volveré contigo, Sean Hyland, ¿Ya ves?”, hizo un gesto de burla.
“Aquí estás, suplicando que vuelva a tu lado, ¡Pobrecito! No decías que note importaba, ¿Dónde quedó tu orgullo? ¡Qué lástima!”
Ella se estaba burlando de él.
¡Y se sentía muy bien!
Podría hacerlo todos los días sin faltar ni un solo día.
Era… gratificante.
Sean sonrió con ironía.
“Tú tienes un contrato, eso es todo. Debes cumplirlo”.
“¿Y si no qué? ¿Me llevas presa? Hazlo, prefiero eso, que vivir contigo, prefiero la cárcel que amargarme a tu lado”, dijo con el rostro furioso.
“Como quieras, ya lo veremos, Merybeth, soy paciente; tú volverás a casa, volverás al lugar que decidiste ocupar, yo no te lo pedí, tú decidiste ser mi esposa, y eso serás, como lo firmaste ese día, hasta que la muerte nos separé”.
Merybeth le miró confusa.
“Yo no firme por eso, estás loco, atiéndete, tóxico, mosca de Chernóbil, vete con un psiquiatra. ¡Esto se acabó! ¡Déjame ir, Sean Hyland!”
“No, Merybeth, no te dejaré ir, nunca, eres mi esposa, lo serás por siempre”.
Merybeth le miró con ojos enormes.
“¡Demente! Aléjate de mí, y mejor dile a tu inútil mosquito, ese que enviaste a seguirme, que no lo intente más, porque llamaré a la policía, y no podrá conmigo, desaparece de mi vida, Sean acéptalo, tú y yo somos pasado, nos divorciaremos, y solo seremos una anécdota bizarra que contaré a todos, riéndome de ti”.
Sean sonrió.
“Él que ríe al último ríe mejor”.
Merybeth dio la vuelta, y se alejó sin mirar atrás.
Sean no apartó su mirada, hasta que ella se fue.
…
Cuando Sean llegó a casa, encontró ahí al empleado que se suponía iba a seguirla.
Estaba furioso.
Sean lo tomó del cuello.
Cyrus incluso se asustó al verlo tan molesto.
“¡¿Por qué demonios permitiste que te descubriera?!”, exclamó enojado.
“¡Lo siento, señor! Pero, la señora Hyland es muy lista, no sé ni como se dio cuenta”.
Sean lo soltó.
Debía reconocer que tenía razón, él mismo sabía que Merybeth era astuta.
“¿Cómo pasó?”
“Bueno, es que la seguí hasta una farmacia, y creo que me descubrió, puse mucha atención a lo que compraba, así como me lo dijo”.
“¿Qué compró?”, exclamó con intriga.
El hombre se quedó callado.
Parecía ansioso y… nervioso.
Sean odió su silencio.
“¡Habla, ahora!”, exclamó.
“Compró una prueba de embarazo”.
“¡¿Qué?!”, exclamó casi en un grito.
Era como si fuera a darle un ataque de pánico.
¿En qué momento ella… había hecho eso?
¡Eso era imposible!
¿Acaso él se había equivocado?
¿Y si no era así?
…
Merybeth llegó a casa.
Jane se levantó y la observó.
“¡Tardaste mucho! ¿Qué pasa?”
“No hablé con Orson”, respondió ella al instante.
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