Ámame maldito CEO -
Capítulo 143
Capítulo 143:
Merybeth tomó la copa de vino y la lanzó sobre el rostro de Sean, quien se quedó perplejo ante su conducta, limpiándose con una servilleta con rapidez.
Anne la miró impactada.
Todo el mundo los miraba.
¿Qué estaba pasando?
¿Estaba esa mujer loca?
“¡Oops! Señor Antártida, espero que le guste el vino tinto en la cara, incluso eso debe saber a miel, para alguien tan amargo como usted”.
“¡Estás loca!”, gruñó Sean.
Ella le miró con rabia.
“Sí, es una maldita loca, ¡Llamen a seguridad!”, exclamó Anne.
Estaba muy molesta porque si cita estaba saliendo mal.
‘¡Esto no era lo que tenía que pasar!’, pensó molesta.
“¿En serio no me conoce, Señor Hyland?”
Él la miró directamente a los ojos.
¿Por qué le hacía esto?
¿Era una prueba?
Fuera una prueba o no, él no podía ceder.
No ahora.
“No”, dijo con firmeza, y pudo ver que la hacía sufrir.
“¿Saben qué? Me confundí, tienen razón, a este señor no lo conozco, mi esposo es parecido, pero incluso el esposo que yo conocí, no era tan cobarde, ni tan asqueroso como esta mosca”.
Merybeth dio la vuelta y salió de prisa.
Sean bajó la mirada sintiendo que aquello era un golpe invisible en su orgullo.
“¿Qué demonios fue eso, Sean? ¿Conoces a esa mujer? Dime la verdad”.
Sean miró a Anne.
“Dije que no, si quieres creerme hazlo y si no quieres creerlo, muérete con la duda”.
Anne se quedó impactada de su severa respuesta.
Él nunca había sido con ella así.
¿Tanto había cambiado?
¿Le tenía rencor todavía?
Era un poco compresible su postura, pero… ¿En serio le tenía que responder así?
Sean se levantó dispuesto a irse.
“¿A dónde vas?”
Estaba confundida.
¿Por qué se iba?
“Nos vemos después, adiós”, espetó y salió a toda prisa de ahí.
Ella no entendía muy bien todo lo que había pasado.
¿Quién era esa mujer para tratarlo así?
…
Merybeth caminaba tan rápido.
Cruzaba un parque, ya que solo quería escapar.
Quería alejarse de todo.
Pero… cuando escuchó esa voz.
Esa voz tan ronca.
Tan… firme.
“¡Merybeth, espera!”
Ella se giró y lo miró.
No podía creer que estuviera ahí, ante ella, como si nada.
‘¡Hipócrita!’, pensó con el corazón en llamas de furia.
Merybeth volvió sus pasos a él.
“¿Qué?”
Estaba molesta.
¡Quería hacerlo pedazos allí mismo!
“¿Cómo supiste que estaba aquí?”
Ella sonrió.
Su rostro seguía siendo divertido como siempre.
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