Ámame maldito CEO -
Capítulo 142
Capítulo 142:
Sean Hyland llegó al restaurante.
Anne estaba frente a él, ella ordenaba su comida, pero Sean estaba distraído.
No dejaba de pensar en Merybeth.
Ella estaba en su mente todo el tiempo.
‘Eres una hechicera, Merybeth, ¿Cómo es que te has metido en mi mente todo el tiempo? ¿Cómo es qué no pudo sacarte de mí?’, pensó él.
“¿Querido? ¡Querido!”
Sean volvió a la realidad.
“Sí”
“¿Qué ordenarás?”
Sean titubeó.
“Ordena lo que tú quieras para mí”, dijo con seguridad.
Ella sonrió y así lo hizo.
“Me muero por ser ya tu esposa, Sean, y vivir en la gran mansión Carson, extraño ese lugar, recuerdas, nunca olvido la primera vez que hicimos el amor, fue en aquella habitación, tu habitación, era tu primera vez, sé que te hice muy feliz, dijiste que me amabas”
Ella tocó su mano, aunque él quiso alejarla, ella la tomó con fuerza.
Sean desvió la mirada.
No podía concentrarse en ella.
De hecho, no podía concentrarse en nada.
El mesero trajo la comida.
Sirvió las copas de vino, pero Anne no soltó su mano.
Era… incómodo.
“Querido, cuando terminemos la cena, llévame contigo, llévame a tu cama, quiero amarte, como en los viejos tiempos, ¿Lo recuerdas?”
Sean estaba por negarlo, cuando escucharon unos aplausos.
“¡Bravo! Pero, ¡Qué hermosa pareja!”, exclamó una voz femenina.
Sean abrió ojos enormes, y soltó la mano de Anne.
Sean sabía que esa voz era incomparable, que nunca podría olvidarla.
Era Merybeth.
Ella estaba ahí, y sintió un temor indescriptible de verla ahí, ante él.
¿Cómo?
¿Había sido coincidencia?
¿O… alguien le había dicho que él estaba allí con ella?
“¿Y tú quién eres?”, exclamó Anne con duda.
No conocía a la persona quien tenía delante.
“¿Quién soy? ¿No se lo dijiste, querido?”
Sean Hyland hundió la mirada.
De pronto le pareció que él la ignoraba.
“Sean, ¿Quién es está mujer?”, exclamó Anne.
Su rostro estaba enrojecido.
Ella estaba furiosa.
“No lo sé, ¡En la vida la he visto!”, dijo Sean con gran seguridad.
Merybeth le miró atónita.
Hubo una oscuridad en su mirada.
Fue como si Sean Hyland rompiera de nuevo su corazón.
Ella tragó saliva, para luego sonreír.
“Ah, ¿No me conoce? ¡Qué raro! Seguro de que me he confundido, me ha parecido idéntico a mi esposo, un hombre tan pobre, que lo único que tiene es un montón de dinero, tan amargado, que nadie lo quiere, y tan aburrido, que ni siquiera puede cumplir con sus obligaciones en la cama, ¡Un hombre patético!”
Ella hizo una pausa.
“Y usted, me pareció igualito, ¡Lo hubiese jurado! Pero, no se preocupen, esto se resuelve pronto”, dijo Merybeth.
“¡Esto es inaudito! ¿Quién eres mujer? ¿Con qué derecho arruinas nuestra cena?”, espetó Anne con furia.
Merybeth sonrió con burla.
“Tranquila, querida, déjame refrescarle la memoria a este hombre, ya que no me conoce, siempre hay que intentar despertarlos de su pesadilla”.
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