Ámame maldito CEO
Capítulo 139

Capítulo 139: 

Cuando Merybeth llegó a casa, encontró a Jane desesperada.

Ella caminando de un lado a otro.

La mujer era un manojo de nervios.

Al verla, le entregó la prueba de embarazo.

Jane tomó la prueba entre sus manos.

Se quedó con ella sobre sus manos, esperaba quieta.

Estaba temblando de miedo.

Pero luego se armó del valor que le faltaba parar al baño.

Merybeth esperó detrás de la puerta.

Estaba sentada sobre la cama.

Esperaba impaciente.

Al fin, luego de unos cinco minutos, Jane abrió la puerta.

Tenía el rostro pálido y los ojos tan grandes, que Merybeth nunca le vio antes.

Ella se levantó y caminó hacia Jane.

“¡Es positivo!”, exclamó Jane.

Su voz estaba temblorosa y sus ojos brillaban de decepción y pavor.

No lo creía.

¡Tenía que ser un sueño!

¡Una pesadilla!

Esto no podía ser real…

Merybeth se levantó y corrió para comprobarlo con sus propios ojos.

Hubo un gran silencio entre las dos.

Era como si volvieran a ser dos adolescentes, escuchando cuando fue la primera vez de Jane, y ella tuvo pavor de embarazarse, por temor a su abuela.

Pero, ya no eran unas crías, ya no era la escuela; ahora eran dos mujeres, con los miedos e inseguridades en su alma.

“¿Qué vas a hacer?”, preguntó Merybeth.

Lágrimas calientes escurrieron por el rostro de Jane.

Se sentó sobre la cama, y cubrió su rostro.

“¡No lo sé! No quiero ser madre, tengo tanto miedo de esto”, dijo alterada.

“No podre serlo, tú lo sabes bien, nunca he tenido una familia, ¿Cómo podría…?”, se preguntó a si misma.

Ella solo esperaba una respuesta.

Esperaba despertar.

No quería seguir en esta pesadilla.

¿De verdad había cometido ese error?

Merybeth bajó la vista.

Ella más que nadie la entendía.

Jane creció con dos padres adolescentes, la tuvieron tan pequeña, bajo el cuidado de la abuela materna, pero, cuando sus padres se volvieron adultos, ambos decidieron separarse y hacer su propia vida.

Sin embargo, en sus vidas, no había lugar para la pequeña Jane.

Ella sintió que era un estorbo para su felicidad.

Sus padres se casaron con otras personas, y nunca encajó en ninguna de sus nuevas familias, por lo que Jane se quedó a vivir con su abuela en Genesee.

Ella creció sin desear a ninguna familia, sin creer en una, nunca deseó ser una madre, y menos una esposa.

“Jane, calma, todo pasa por algo”, explicó ella.

Merybeth intentó darle tranquilidad, pero supo que no podría.

Esto era una situación difícil.

No lo podía manejar.

“No, Merybeth, no quiero tener un hijo, no quiero ser madre, no lo tendré”, explicó ella decidida.

No quería cometer ese error.

Si esto no era un sueño, tenía que acabar con este problema de raíz.

“¿Y el padre?”

Jane se quedó perpleja.

Lo había olvidado.

Ciertamente… su hija tenía un padre.

¡Un padre que casi no conocía!, pero lo tenía.

Ella bajó la mirada.

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