Ámame maldito CEO -
Capítulo 133
Capítulo 133:
Sean no podía revelar su plan frente ella.
“Quiero que vayas este lunes a Genesee, ten cuidado de que los Carson no te descubran, no quiero que, vayan a lastimarte, o a sospechar”, explicó él.
“Luego ve al bufete de abogados, lleva la prueba, lleva todo lo que tengas; ellos te dirán que hacer”, dijo en tono serio.
“¿Y Crees que tardará mucho?”
“Si tienes una prueba, te aseguro que nos tomará solo unos días, luego nos Casaremos, primero solo por el civil, después, cuando ya tenga el acceso a mi fortuna, entonces, te haré una gran fiesta, para que te luzcas ante todos como la gran Señora Carson”.
Anne sonrió.
Luego colgó sus manos a su cuello.
Estaba tan feliz.
¡Estaba tan cerca de estar en la cima del mundo otra vez!
“Dame un beso”, dijo emocionada.
Sean la miró, no tenía ganas de hacerlo.
Su estómago solo se revolvía con verla.
“No, no te besaré, ni te tocaré, no hasta que seas mi esposa, ese será tu pequeño castigo, tu prueba de castidad para mí”.
Ella sonrió con lujuria.
“¿Con que quieres jugar, querido? Está bien, juguemos”.
Sean se deslindó de su agarre.
“Debo irme, te veré en Genesee, encuéntrame ahí”, dijo dándole su número de teléfono en una tarjeta.
Ella sonrió y lo vio irse.
Sean caminó por el pasillo, y dio la vuelta.
Entonces pudo verla.
Merybeth estaba mirándolo con ojos severos, cubiertos de lágrimas.
Él sintió el verdadero terror.
Supo que la había lastimado y se odió más que nunca.
‘¿Qué demonios escucho o vio?’, pensó.
Intentó correr a ella, pero el elevador se cerró al instante.
Sean corrió a tomar las escaleras de emergencia, bajando a toda prisa para alcanzarla.
Cuando las puertas del elevador se abrieron, Merybeth salió corriendo a toda prisa.
Sean la vio y salió tras ella.
Merybeth no se detenía.
Corría tan de prisa, estaba furiosa.
Levantando su vestido para no caerse, de pronto él la alcanzó.
La tomó del brazo con fuerza.
“¡Merybeth, espera! Déjame explicarte”.
Ella se desafanó de su agarre, empujándolo.
Sus ojos eran como dagas dolorosas que lo apuntaban.
“¡Aléjate!”, exclamó con rabia.
“Déjame en paz”, dijo con furia.
Sean tuvo miedo.
Supo que ella estaba más enojada de lo que él jamás imaginó.
De pronto, sintió como si alguien estuviera colocándole algo a un costado.
Una voz amenazante lo sacó de la realidad.
“¡Dame todo el dinero que tengas encima o te cortaré en pedacitos!”, espetó, la voz era amarga, cruel, y agresiva.
Sean alzó la vista.
Solo quería ver a Merybeth, y cuando la vio sostenida por ese hombre, que con un cuchillo amenazaba su cuello, sintió un miedo de muerte.
“¡No! Por favor, déjala ir, no la lastimes, te daré lo que tengo”.
El hombre quiso esculcar en sus bolsillos, y Sean, atinó a golpearlo.
Luego tomó el cuchillo, y se lo encajó en la mano, haciéndolo chillar de dolor.
El otro hombre se quedó perplejo.
Sean lanzó al hombre contra el suelo, y el hombre que tenía sujetada a Merybeth lo amenazó.
“Si la sueltas ahora, no te mataré”.
Él joven sintió tanto terror, que soltó a Merybeth y se fue corriendo, seguido de su otro amigo.
Sean abrazó a Merybeth y la alejó de ahí.
Luego subieron a un taxi, tan rápido como pudo y él pidió que los llevaran hasta su hotel.
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