Ámame maldito CEO -
Capítulo 130
Capítulo 130:
“¿Qué haces, loco?”
Estaba tan cerca.
Él la besó.
Su beso era urgente, quemante, arrollador.
Ella no pudo pensar.
Su lengua acariciaba la suya, sus manos se movían ávidas por su espalda.
Era como si incrementara el calor de sus cuerpos, haciéndola enloquecer de ganas.
“¡No…!”, dijo y un jadeo escapó de sus labios.
Sean rompió el beso.
La giró de espaldas.
Él deslizó el tirante de su vestido.
Comenzó a depositar besos ardientes y dulces sobre su piel, haciendo que se estremeciera con el roce de su lengua húmeda sobre su piel.
Sean bajó su mano hasta sus bragas, por debajo de su vestido.
Ella no podía pensar, y él las bajó.
Pronto… tocó su entrepierna.
“Ah… ¡Estás tan mojada! ¿Es por mí? ¿Así es como te pongo, mi diablilla?”, dijo y su voz era tan ronca y seductora, que ella sintió que se mojaba aún más.
Ella no pudo hablar.
Sintió sus dedos sobre su cl!toris, provocándole un placer indescriptible.
La tenía temblando.
Besando su cuello, besando sus labios, haciéndola g$mir y jadear, disfrutando, no les importó ni que alguien entrara.
Ella tenía su mente nublada.
Solo… estaba gozándolo.
Sean estaba tan duro, si hubiese podido tomarla ahí mismo, lo hubiera hecho.
Por primera vez, sintió que ya no tenía control de lo que hacía.
La necesitaba, estaba esperando demasiado.
No quería perderla.
Pensó en sus palabras, y él mordió el lóbulo de su oreja.
“Dime, ¿Es cierto que estuviste con otro?”
Hizo una pausa.
“Dímelo, no me mientas, eres todo menos una mentirosa, dilo”
Ella lo miró.
Su voz era jadeante.
G$mía en sus labios.
“¿Qué quieres que te diga?”
“Que mentiste, di que solo eres mía”
Sean tenía la mirada oscura.
Para su sorpresa, comenzó acariciarla con más rapidez, con más intensidad, sus dedos se deslizaban sobre su humedad, y cada vez la hacía jadear, hasta que ella no pudo más, tuvo un org%smo, se corrió entre sus dedos, y g!mió tan fuerte.
“¡Sí! Mentí… mentí, sigo siendo solo tuya”.
Sean besó sus labios.
Él ya lo sabía, pero le encantó escucharlo de su propia voz.
Luego de uno minutos, Merybeth se acomodó sus bragas y su vestido.
Recuperó él aliento.
Salió al lavamanos, lavándose las manos y refrescándose el rostro.
Sean también hizo lo mismo y la observó.
Era tan hermosa, que solo quería volver a casa con ella.
“¿Qué me ves?”, exclamó defensiva.
“Te ves hermosa”.
“Lo sé, por cierto, estuvo muy rico y todo, pero ya me voy”.
Sean la tomó del brazo.
“¿Con quién te vas?”
“Con quien quiera, no eres mi dueño, Sean Hyland”.
“¿Seguirás molesta?”
Ella alzó las cejas, confundida.
“¿No volverás a casa?”
Merybeth rio de él.
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