Ámame maldito CEO
Capítulo 129

Capítulo 129: 

Sean observó tal escena.

Se quedó estático en aquel lugar.

Sintió que estaba ardiendo de celos, pero no era como aquella vez, cuando Anne lo engañó con su propio padre.

Ahora era peor.

Mil veces peor.

Era como si pudiera morir de dolor.

Era como sentir que la perdía para siempre, pero que no podía vivir sin ella.

Él bajó la mirada.

“¿Qué te pasa, querido?”

Merybeth lo miraba y se alejó al ver que Sean no besa a esa mujer, creyendo que alguna vez lo había hecho.

El sonido incesante de una alarma los inquietó a todos.

Era la alarma de incendios.

Todo se volvió pánico.

Estaban en un quinto piso, todos gritaron, corrieron, Sean descubrió que Anne se había perdido de su vista, pero él solo tenía ojos para Merybeth.

“¡Debo buscar a Jane!”, dijo Merybeth.

“¡No! Déjala, sálvate tú”.

Merybeth miró a Mackulay con estupor.

El hombre atinó a irse corriendo.

Ella se quedó perpleja.

Estaba por irse, cuando encontró a Sean frente a ella.

“¡¿Por qué lo besaste?!”, exclamó furioso.

Sus ojos eran de fuego.

La miró fijamente.

Ella sintió que temblaba.

“¡Tú la besaste también!”

“No la besé, yo no he besado otros labios, que no sean los tuyos, desde que dijiste que me amabas”.

Ella le miró atónita.

No esperaba tal declaración.

Dio un paso atrás, pero él la tomó con fuerza.

“¡Déjame ir, Señor Hyland! ¿No ves que podemos quemarnos? Además, ve por tu damisela, yo puedo salvarme sola”.

Merybeth intentó irse.

De pronto, sintió que Sean la cargó a su hombro.

Ella gritó.

Sean estaba por salir, cuando: escucharon que era una falsa alarma.

Sean bajó a Merybeth que no dejaba de reír.

“¿Qué es tan gracioso?”

“¡Todos creyeron que morían! Muchos esposos botaron a sus esposas, ahora ya saben que en una emergencia serán abandonados a su suerte, ¿No es algo maravilloso saber quién se quedará contigo en una catástrofe?”

“Yo me quede contigo.”

“Tú, no cuentas en mi mundo, y quiero el divorcio”

Sentenció severa.

“¡Yo también lo quiero! Sobre todo, luego de que besaste a otro delante de mí”.

Merybeth sintió que sus palabras dolían.

“Bien, lo firmaré cuando quieras”.

Merybeth caminó al cuarto de baño.

De pronto, Sean entró.

Ella lo miró atónita.

“¿Qué haces? Es un baño de damas, ¡Largo de aquí! Eres una mosca”.

Él rio un poco.

Luego la metió hasta uno de los cubículos.

Para su sorpresa, él cerró la puerta.

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