Ámame maldito CEO
Capítulo 128

Capítulo 128: 

Una impotencia creció en su corazón.

Era Sean Hyland, hablando muy cerca con una mujer despampanante.

Merybeth sintió que su corazón ardía de furia.

“¡Maldito traidor!”, espetó.

“Olvídalo, cariño, no vale la pena”, dijo Jane, pero Merybeth no podía contenerse.

Algo en su corazón estaba roto.

La furia la hacia temblar a Merybeth.

Así que… sin más qué hacer, los siguió con la mirada.

Sean iba a bailar con esa mujer, porque había comenzado la música, sintió que dolía, que podría echarse a llorar, pero se aferraba a su orgullo, porque era todo lo que tenía.

“Merybeth, ¿Bailamos?”, exclamó-

Mackulay.

Los ojos de Merybeth se abrieron enormes.

“¡Claro que sí!”, dijo sonriente, con una picardía en la mirada.

Jane intentó detenerla, pero supo que nadie podría detenerla.

Sean bailaba con Anne, y ella luchaba por capturar su atención.

Pero lo notó tan distraído…

Como si ella ya no fuera su prioridad.

“¿No te gustó ya?”

Él la miró fijamente.

“Siempre serás hermosa, Anne”.

“¿Qué clase de respuesta es esa? Yo quiero saber si sigo siendo la mujer más hermosa ante tus ojos”.

Sean no dijo nada.

‘No, solo Merybeth es la más hermosa en mi mirada’, pensó y sintió que algo pesaba en su corazón.

De pronto, alguien le dio un fuerte empujón por la espalda, obligándolo a volver a la realidad.

Sean volteó y entonces la vio.

“¡Ay, perdón! Vi una mosca fea, y sin querer la empujé”

Merybeth esbozó una sonrisa burlona.

Sean no apartó su mirada de ella, y de ese hombre con que bailaba.

Sus ojos se volvieron furiosos.

Estaba celoso.

“¿Qué clase de contestación es esa? ¡Hay mujeres locas, no hagas caso, querido!”, dijo Anne.

Sean no la escuchó a ella.

No podía dejar de mirar a Merybeth.

Ella alzó las cejas con un gesto de reto.

“¿Sabes? Está canción es para estar cerquita”, dijo Merybeth.

Luego puso sus manos en el cuello de su acompañante.

Mackulay aprovechó para tomarla de la cintura y pegarla a su cuerpo sonriendo con deseo, la joven le encantaba.

Sean pudo verlos.

Sintió que algo lo quemaba por dentro.

Tragó saliva.

No sabía si podría contenerse antes de ir y arrebatar a su mujer de los brazos de otro hombre.

Anne hablaba sin parar, pero él no la escuchaba.

Merybeth miró a Sean con una mueca burlona, y él sintió tanta furia.

Por rabia, Sean tomó las manos de Anne, colgándola por su cuello, y estrechó su cintura.

Ella sonrió seductora y abrazó a su pecho, bailando.

Merybeth sintió que algo en ella dolía como el infierno, pero comenzó a reír para capturar la atención de Sean.

“¿Crees que soy bonita?”

“iEres la más hermosa de este lugar!”, dijo Mackculay a su oído.

Ella sonrió.

Luego miró a Sean que no dejaba de verlos con rabia.

Anne de pronto tomó el rostro de Sean entre sus manos.

“Mírame a mí, recordemos viejos tiempos”.

Merybeth sintió que se quedaba sin aliento.

Las lágrimas escurrían por su rostro, cuando estuvo segura de que ellos se besarían.

Por puro despecho besó los labios de Mackulay, quien no tardó en responderle.

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