Ámame maldito CEO -
Capítulo 122
Capítulo 122:
Varias lágrimas corrieron por su rostro, pero nada conmovía a Sean.
De hecho, él mismo se sorprendió.
No sentía tanto odio como él que creyó que sentiría al verla.
“Tu padre me sedujo, yo… era muy joven, Sean, era ingenua, me dejé llevar, no quise herirte, solo fue una vez, caí en tentación”.
Sean la miró como si diera asco, pero sonrió, tratando de eludir esos sentimientos pasados.
“Entiendo, todos podemos caer en tentación, pero eso no hace que te perdone, bueno, eso es el pasado, Anne, nadie puede cambiarlo, pero, debemos pasar de largo, así es, bueno, me ha gustado saludarte, y verte bien”.
Explicó él.
Anne arrugó el gesto.
Pudo notar su confusión.
Sabía que ese simple acto, había provocado el interés aberrante de la mujer.
La había estudiado, sabía que Anne era solo una narcisista, que no soportaba cuando perdía la atención del otro.
“Espera, tal vez, debemos conversar, más que sobre el pasado, hablemos como viejos amigos, ¿No te gustaría?”
Explicó ella.
Sean sonrió.
“Ahora, exactamente, es imposible. Tal vez después. No me cierro a la posibilidad”.
Explicó de forma calmada.
Ella esbozó una sonrisa y miró su reloj.
Luego sacó una tarjeta.
“Estoy en este hotel, estaré hasta pasado mañana, búscame, hablemos”.
Él tomó su tarjeta, y la vio irse.
El rostro de Sean se ensombreció al verla irse.
‘Te detesto, Anne, me repugnas, pero no te odio tanto como pensé, lo que son las cosas, ahora me eres indiferente’, pensó.
Sean observó aquellos cuadros.
Los miró con algo de interés, pero escuchó una voz.
Esa voz hizo que su corazón latiera con desenfrenó.
Su piel se erizó, y luego escuchó que la misma dueña de esa voz reía, y supo que esa risa la reconocería en cualquier lugar del mundo.
‘Merybeth, nunca te conviertas en una desconocida, cuya risa reconocería en cualquier lugar’, pensó.
Alzó la vista y la vio.
Estaba rodeada de personas, capturaba la atención de todos.
Vestía tan hermosa, con un vestido dorado, tan brillante, Sean no podía dejar de mirarla.
Luego vio a ese hombre que la apartó del resto.
Los ojos de Sean se volvieron severos, oscuros y enojados.
Se acercó tan rápido, como si fuera una bestia acechando a sus víctimas.
“Merybeth, nunca podré dejar de agradecerte lo que hiciste por mí está noche, si no fuera por tu video, nada de esto hubiese resultado genial, gracias, hermosa”, dijo Mackulay y besó su mejilla.
De pronto, escucharon el sonido de cristales rotos.
Cuando miraron, observaron a un mesero en el suelo, con la bandeja de copas hecha añicos.
Todos voltearon a ver.
Sean tropezó con el hombre, sin querer.
Merybeth abrió ojos tan grandes al ver a ese hombre ahí.
Sean era una sombra.
Era un acechador.
Sintió que su corazón latió rápido, una sensación de emoción y de dolor la invadió.
“Debo irme”, dijo ella.
“¿Irte? Pero, la fiesta recién comienza”, respondió él.
“Lo sé, pero, iré a cambiarme por otro vestido, ya sabes, el glamour, volveré” , dijo Merybeth, y el hombre rio con picardía.
Ella salió tan rápido que creyó que había perdido a Sean de vista.
Merybeth escribió un mensaje a Jane, diciendo que se iba al hotel.
Ahora el trabajo había terminado.
Caminó tan rápido como pudo, pero sintió que era perseguida.
Se sintió como una tonta, paranoica.
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